Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 9 de abril de 2024

Ágreda, villa de las tres culturas


“Barbacana hacia Aragón en castellana tierra”. Lo que Antonio Machado dice de Soria en general sirve especialmente para Ágreda, localidad situada a los pies del Moncayo, atravesada por el río Queiles (afluente del Ebro), que hoy cuenta con unos 3000 habitantes.

Su historia es tan dilatada, que una leyenda, recogida en un libro del año 1460, afirma que Caco (un gigante, mitad hombre y mitad sátiro, que vivía en una cueva) fue expulsado por Hércules del Moncayo y se refugió en Ágreda antes de partir hacia el exilio en Italia: “El nombre de Ágreda, derívase de Agripina, hercúlea dama gentil a quien Hércules mucho amó, de cuyo amor, recordándose, en tal lugar, fundó y dejó cercada esta villa, expeliendo y lanzando de esta tierra a aquel gran ladrón Caco, robador de los ganados, dejando por precepto a los que en ella sucedieren, la amparasen, echando a los malos de sus términos y defendiendo a los buenos…”

Lo cierto es que se han encontrado testimonios arqueológicos de un poblado en la Edad de Hierro (el último período de la prehistoria). Más tarde hubo un antiguo castro celtíbero y, después, romano. En el año 415 llegaron los visigodos y en el 713 la conquistaron los musulmanes, convirtiéndola en un importante bastión fortificado. El año 1119 fue reconquistada por los aragoneses y poco después pasó a manos de los castellanos.

A lo largo de la Edad Media, recibió numerosos privilegios de los reyes, que valoraban mucho su posición estratégica, en la frontera entre Aragón, Navarra y Castilla. 

Es conocida como la “villa de las tres culturas”, ya que conserva el recuerdo de la presencia de judíos, musulmanes y cristianos entre sus muros.

En la “morería” (el barrio moro) residían unas 600 personas, dedicadas principalmente a la industria textil y del cuero. Se accede por el arco de Felipe II y un pequeño puente romano. 

Conserva dos espléndidas puertas con arco de herradura de los siglos IX-X (la “puerta califal” y la “puerta del agua”), parte de la muralla, un torreón bereber y la fuente árabe. Las huertas en terrazas o bancales, donde se cultiva el famoso “cardo rojo”, son herencia de esta presencia.

La “judería” (la aljama judía), en la que residían unas 300 personas dedicadas a los préstamos y al comercio de telas finas, es más difícil de identificar, aunque el antiguo templo románico de santo Domingo, hoy transformado en restaurante, se denomine la “sinagoga”.

En la parte cristiana hay diez iglesias y conventos. La de la Virgen de la Peña, del siglo XII con reformas del XVI, tiene una sencilla portada románica y la curiosidad de estar formada por dos naves. Allí se casó el rey aragonés Jaime I el Conquistador con Leonor de Castilla en 1221. El año 1304, en este templo se firmó un acuerdo para establecer los límites territoriales de la Corona de Aragón y del Reino de Castilla. En su interior alberga un museo de arte religioso, con retablos, frontales de altar, pinturas y esculturas de los siglos XIII al XVIII. 

El retablo mayor, del siglo XVIII, recoge en un tabernáculo la imagen de la titular, del siglo XIII.

La iglesia de san Miguel conserva una torre de cuatro cuerpos almenada, románica del siglo XII, aunque el interior fue reedificado en estilo gótico en el siglo XV. El retablo mayor, de estilo plateresco, (con 13 grandes tablas y una escultura del titular) es obra del artista hispanoflamenco Pedro de Aponte (1475-1530), que trabajó en varias iglesias de Aragón y Navarra. En las capillas, conserva varios retablos interesantes y enterramientos. 

Destaca el bello sepulcro tardogótico de alabastro perteneciente al doctor García Hernández de Carrascón, médico del Papa Adriano VI. En su atrio se reunían los concejos de la villa y tierra de Ágreda.

La iglesia de san Juan Bautista conserva una bella portada románica, aunque el interior fue reconstruido en estilo gótico. Conserva hermosos retablos (destaca el de la Virgen del Remedio) y pinturas, y es la sede de los 14 pasos de Semana Santa, pertenecientes a la cofradía de la Santa Vera Cruz, activa desde 1556. Hay una necrópolis medieval a su alrededor.

Nuestra Señora de los Milagros es una imagen gótica del siglo XIV, patrona de Ágreda y de una concordia de 17 poblaciones cercanas. Su fiesta se celebra el sábado siguiente al Corpus Christi. 

Está recogida en una iglesia del siglo XVI, de grandes proporciones, que formó parte de un convento y colegio de frailes agustinos. Además del retablo principal, de estilo barroco, hay otros (destacan dos góticos a los pies del templo), una pila bautismal románica, varias pinturas y esculturas. Un retablo barroco cobija las tallas de san Pedro de Alcántara y san Francisco de Asís, obras del taller de Pedro de Mena. Sobre el retablo de san Pedro se puede contemplar el “Cristo de los templarios”, del siglo XIII. De especial interés es la capilla de la Virgen del Carmen (donde se reserva el Santísimo), con cúpula estrellada y relieves sobre la vida de la Virgen en sus muros.

Entre los edificios para uso civil destacan el ayuntamiento y el palacio de los Castejones, ambos del siglo XVI. En el palacio de los Castejones hay un hermoso jardín (de estilo renacentista en la primera parte y barroco en la segunda).

La venerable María de Jesús de Ágreda (1602-1665) es la fundadora del convento de concepcionistas, consejera de Felipe IV (la visitó 3 veces y se escribieron más de 600 cartas, en las que aconsejaba al rey sobre todo tipo de cuestiones, no solo personales, filosóficas y espirituales, sino también políticas, diplomáticas e incluso militares). Se la considera evangelizadora en Nuevo México, Arizona y Texas (USA), aunque nunca abandonó su monasterio. Conocida por sus escritos, especialmente la “Mística ciudad de Dios” (obra sobre la vida de la Virgen y su presencia en la historia de la salvación). Su padre y dos hermanos se hicieron franciscanos y su madre y hermana, concepcionistas con ella. La iglesia conventual tiene tres retablos barrocos del siglo XVII, dedicados a santa Beatriz de Silva (fundadora de las concepcionistas), san Miguel y san Francisco de Asís. En un lateral se conserva el sepulcro con los restos de la venerable.

«Después que María santísima se hubo despedido de los apóstoles les pidió que oraran junto con ella y así lo hicieron. En esta quietud descendió del cielo el Verbo humano en un trono de gloria, acompañado por todos los santos y ángeles, y se llenó de gloria toda la casa. La Madre adoró al Señor y le besó los pies, y postrada ante ellos, su Hijo santísimo le dio la bendición y en presencia de las cortes angélicas le dijo: “La hora de dejar esta vida mortal ha llegado, pasarás de este mundo a la gloria del Padre”. Luego los ángeles comenzaron con cánticos y música. María se reclinó en su lecho, […] cerró sus ojos y expiró. La enfermedad que le quitó la vida fue el amor, sin otro achaque ni accidente alguno. Aquella alma purísima pasó desde su cuerpo a la diestra y trono de su Hijo santísimo, y luego se encaminaron al cielo».

El sábado 27 de abril visitaremos estos y otros monumentos de Ágreda en la convivencia diocesana mensual.

1 comentario:

  1. Yo soy el camino (poema de José María R. Olaizola, SJ)

    Yo soy el camino, la verdad y la vida,
    y aquí me tienes.
    Un camino que recorrer,
    una verdad por anunciar,
    una vida para darse.
    Yo soy el camino.
    Y si andas por mí
    te garantizo cansancio,
    horas de flaqueza,
    encrucijadas difíciles,
    pero también compañeros,
    reposos, risas y un horizonte infinito.
    Yo soy la verdad.
    Si me proclamas, te señalarán,
    entre la incredulidad y la mofa,
    entre la incomprensión y el rechazo,
    pero también hallarás
    tu lugar en el mundo,
    echarás raíz en el amor auténtico,
    crecerás
    y darás fruto.
    Yo soy la vida.
    No vendo existencias idílicas
    ni garantizo paraísos imposibles.
    Si me vives, habrá lucha, miedo y cruz,
    pero también bienaventuranza,
    perdón y resurrección.

    Muchas gracias, Padre Eduardo, a usted y a todos quienes participaron y/o hicieron posible esta entrañable Jornada de Convivencia Diocesana, plena de compañeros,
    risas, amor auténtico y bienaventuranza. ¡Gracias!

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