Digamos ahora algunas palabras sobre el método de trabajo que seguiremos, así como sobre las actitudes necesarias para que nuestro estudio sea provechoso. Hay dos ciencias que se ocupan específicamente de estudiar la Biblia:
- La «exégesis» se centra en los textos (la versión original, la transmisión a lo largo del tiempo, las traducciones, el contexto en el que se formaron). Podemos identificarla con el esfuerzo que se realiza para comprender la historia de los libros bíblicos y lo que querían decir sus autores, con la ayuda de la arqueología, las ciencias sociales y la antropología cultural.
- La «hermenéutica» se concentra en la interpretación de los textos, sacando enseñanzas para el lector contemporáneo. Para ello se sirve de los métodos literarios y de la teología. No basta con entender el significado de las palabras usadas en una frase, párrafo o libro. Hay que buscar el mensaje que encierran y lo que nos enseñan hoy a nosotros.
Nos serviremos de las dos e intentaremos usar un lenguaje sencillo y comprensible para la mayoría, aunque de vez en cuando necesariamente aparecerán algunos tecnicismos, que explicaremos a medida que vayan saliendo.
No debemos olvidar que estos esfuerzos de interpretación nos deberían ayudar para emprender nuestro viaje personal al Amazonas –retomando la imagen que usábamos al principio– y no sustituirlo.
Lo que san Juan afirma al final de su evangelio, se puede aplicar a cada libro bíblico: «Muchos otros signos, que no están recogidos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20,30-31). Él es consciente de que no cuenta todo e incluso de que algunas cosas no las presenta en orden y otras no sucedieron exactamente como él las recuerda. Eso no le importa, ya que no pretende hacer una crónica de los acontecimientos, sino interpretar los «signos» que hizo Jesús, para ayudarnos a comprender su mensaje.
Además, el «discípulo amado» añade en ese texto que quiere transmitirnos su fe en Jesús. Por eso nos ofrece un testimonio del encuentro con aquel que dio sentido a su vida y que puede dar sentido a la nuestra. Este es el motivo por el que, en la redacción final, un discípulo suyo añadió un epílogo a su evangelio, en el que afirma:
«Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir» (Jn 21,24-25).
En definitiva, los evangelios y los demás libros de la Biblia son, ante todo, testimonios de fe, que buscan transmitir un mensaje religioso. Si no lo tenemos en cuenta, nuestro acercamiento a los textos será estéril. Debemos estudiar su composición y analizarla con la ayuda de las ciencias humanas; esto nos permite comprenderla mejor. Pero también es importante dejar que nos interpele, que nos hable al corazón. Un serio estudio histórico-crítico no elimina una lectura espiritual. Al contrario, ambas se complementan.
Tomado de mi libro: «Tu palabra me da vida. Introducción a la Sagrada Escritura», páginas 21-22.
Estella, Septiembre de 2023
Editorial Verbo Divino
Colección: El mundo de la Biblia
ISBN 978-84-9073-942-6
ISBN Ebook 978-84-9073-943-3
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