Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 27 de septiembre de 2023

San Vicente de Paúl


El 27 de septiembre se celebra la fiesta de san Vicente de Paúl, fundador de la congregación de la misión (los misioneros paúles, lazaristas o vicentinos) y de las hijas de la caridad junto a santa Luisa de Marillac. Es el patrón de los que realizan obras de caridad.

Es descendiente de españoles, pero nació en Francia, el año 1580 o 1581. Estudió en Toulouse y Zaragoza, y se ordenó de sacerdote a los 20 años de edad. Cuando tenía 26 fue capturado por los piratas y vendido como esclavo en Túnez. Convirtió a su amo al cristianismo y huyó con él a Francia.

Allí trabajó como párroco y capellán de algunas familias aristocráticas, así como limosnero real y capellán de los condenados a galeras.

Desde 1617 se dedicó a fundar cofradías de caridad, para ayudar a los pobres, enfermos, encarcelados, soldados heridos, campesinos, esclavos, niños y ancianos abandonados, haciendo suyas las palabras del profeta Isaías: "El Señor me ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos". También se consagró a preparar a los aspirantes al sacerdocio y a dar misiones populares, anunciando el evangelio por los pueblos.

Era tan convincente, que consiguió que casi toda la nobleza y burguesía de Francia le ayudara económicamente para realizar obras de misericordia en favor de los necesitados. En cierta ocasión, la reina le dijo: "No me queda más dinero para darle" y el santo le respondió: "¿Y esas joyas que lleva en los dedos y en el cuello y en las orejas?" Entonces ella le regaló también sus joyas para los pobres.

Escribió más de 30.000 cartas y conferencias. El oficio de lecturas toma un texto de la carta  2.546, que dice así:

Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi la apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a estos como evangelizador de los pobres: "Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres". También nosotros debemos estar imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, ayudándolos y apoyándolos.

Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, se hizo él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio. Por esto, nosotros tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención los pobres. Por esto, al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desvalido, compartiendo sus sentimientos, de manera que podamos decir como el apóstol: "Me he hecho todo a todos". Por lo cual, todo nuestro esfuerzo ha de tender a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del prójimo, roguemos a Dios que infunda en nosotros sentimientos de misericordia y compasión, de manera que nuestros corazones estén siempre llenos de estos sentimientos.

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por él por quien lo hacemos.

Así pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios. La caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Renovemos, pues, nuestro espíritu de servicio a los pobres, principalmente para con los abandonados y desamparados, ya que ellos nos han sido dados para que los sirvamos como a señores.

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