El 11 de julio se celebra la fiesta de san Benito de Nursia, padre del monaquismo occidental y patrón de Europa. San Gregorio Magno (el primer papa benedictino) escribió su vida y milagros y lo presentó como «astro luminoso» en la Roma decadente de su época.
Después de la caída del imperio romano, los monasterios benedictinos salvaron la cultura greco latina. Si hoy conocemos los escritos de Platón y Aristóteles, de Pitágoras y Arquímedes, de Parménides y Heráclito... se lo debemos a los benedictinos que pacientemente copiaron sus obras y las conservaron en sus bibliotecas durante generaciones.
Ellos también reevangelizaron Europa en una labor paciente y sacrificada que se prolongó durante siglos, haciendo de los pueblos que componen el continente una unidad cohesionada en torno a los valores morales y humanistas que se recogen en la famosa Regla de san Benito.
Pablo VI proclamó que «él y sus hijos portaron con la cruz, con el libro y con el arado el progreso cristiano a las poblaciones dispersas por el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde Irlanda hasta las llanuras de Polonia».
«Así cimentó esa unidad espiritual en Europa con fuerza tal que pueblos divididos en el plano linguístico, étnico y cultural se percataron de constituir el único pueblo de Dios; una unidad que, gracias al esfuerzo constante de aquellos monjes que siguieron al insigne maestro, se convirtió en la característica distintiva del medioevo».
Esto sucedió «en el momento en que el patrimonio humanístico se perdía, la tradición clásica de los clásicos, transmitiéndola intacta a los sucesores y restaurando el culto por el saber [...], uniendo la oración al trabajo material según su famoso lema "ora et labora"».
Benedicto XVI escribió: «La obra del santo, y en especial su Regla, fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió, con el paso de los siglos, mucho más allá de los confines de su patria y de su época, el rostro de Europa, suscitando tras la caída de la unidad política creada por el Imperio Romano una nueva unidad espiritual y cultural, la de la fe cristiana compartida por los pueblos del continente. De este modo nació la realidad que llamamos "Europa"».
Por su parte, el papa Francisco ha escrito: «San Benito resumía el estilo de vida que indicaba a sus monjes en dos palabras: "ora et labora", reza y trabaja. Es de la contemplación, de una fuerte relación de amistad con el Señor donde nace en nosotros la capacidad de vivir y llevar el amor de Dios, su misericordia, su ternura hacia los demás. Y también nuestro trabajo con el hermano necesitado, nuestro trabajo de caridad en las obras de misericordia, nos lleva al Señor, porque nosotros vemos precisamente al Señor en el hermano y en la hermana necesitados».
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