Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 24 de octubre de 2021

Jesús es nuestra luz y nuestra esperanza


El domingo 30 del Tiempo Ordinario, ciclo "b", se lee en misa el evangelio que narra la curación del ciego Bartimeo en Jericó. Una vez curado, siguió a Jesús en su camino hacia Jerusalén, hacia la muerte y resurrección, hacia la vida eterna.

Jesucristo da al ciego Bartimeo la luz de los ojos y la luz de la fe, por eso se decidió a seguirle animosamente.

Conscientes de que nosotros también estamos en la "noche", en la oscuridad, pero queremos ver, pedimos al Señor que aumente nuestra fe, para que podamos contemplar la belleza de su rostro.

He hablado del evangelio del ciego Bartimeo en otras entradas, como en estas:

- La fe que salva. Jesús dice al ciego Bartimeo: «Anda, tu fe te ha curado». El ciego de Jericó confía en Jesús y le suplica con humildad. Los que le rodean no le ayudan. Por el contrario, le dicen que se calle, que sus gritos les molestan. Pero él no se desanima y grita más fuerte: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Con la vista, el ciego encuentra un camino de felicidad, el de la fe en Jesús: «Lo seguía por el camino»...

- La curación del ciego Bartimeo. Los que peregrinamos con Jesús hacia la Jerusalén celeste hemos de aprender a escuchar los gritos de los que yacen junto al camino, aunque nos molesten. No hemos de silenciarlos, sino acogerlos y hacer lo que esté en nuestras manos para aliviarlos. A veces solo se trata de presentarlos a Jesús, orar por ellos. Otras podemos ayudarles nosotros. Aunque, si lo pensamos bien, más que con los que caminan con Jesús, cada uno de nosotros puede identificarse con Bartimeo, que no puede ver pero desea la luz. Pidamos a Jesús con insistencia: «Señor, abre nuestros ojos a tu luz, acrecienta nuestra fe, ten misericordia de nosotros y de todos los hombres». Amén.

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