Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 18 de octubre de 2015

El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir


Los discípulos de Jesús confiesan que él es el «mesías», el consagrado de Dios, enviado para establecer el reinado de Dios en el mundo. El problema es que identificaban al mesías con un nuevo rey David y esperaban que expulsaría a los romanos y restablecería la autonomía de Israel, convirtiéndolo en un pueblo poderoso.

Jesús les dice muchas veces que su propuesta es distinta, que él viene a servir, que quienes quieran ser los más grandes en su reino tienen que convertirse en los más pequeños, en los siervos de todos por amor.

Pero este mensaje es demasiado difícil, por lo que no lo escuchan o lo olvidan rápidamente. Ellos quieren que el mesías triunfe y quieren triunfar con él. Por eso hablan a menudo sobre lo que les espera en el reino, quiénes ocuparán los primeros puestos, quiénes son los más importantes...

Cuando Santiago y Juan piden sentarse «uno a la derecha y otro a la izquierda» de Jesús, están pidiendo ser en su reino uno ministro del interior y otro ministro de economía, tener buenos puestos y -naturalmente- buenas ganancias.

No es un defecto que solo tienen ellos. También les pasa a Pedro y a todos los demás. Quieren ocupar los primeros puestos. No terminan de comprender el mensaje de Jesús: «El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir».

¿Y nosotros?, ¿hemos comprendido el mensaje de Jesús?, ¿estamos dispuestos a servir a los demás por amor?

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