Los papas de los primeros siglos de historia de la Iglesia son casi todos santos canonizados y muchos de ellos mártires, que derramaron su sangre para confesar la fe en Jesucristo. En los siglos siguientes aún encontramos algunos santos hasta el siglo IX. Pero a partir de ese momento solo encontramos a san León IX y san Gregorio VII (siglo XI), san Celestino V (siglo XIII) y san Pío V (siglo XVI), junto a algunos (pocos) beatos.
Se ve que, desde que los papas fueron considerados reyes y ejercieron el poder temporal, se dedicaron más a la administración de los estados pontificios y se ocuparon con menos intensidad de la práctica de las virtudes evangélicas.
Cuando los garibaldinos conquistaron Roma y la anexionaron a Italia en 1870, muchos pensaban que sería el final de la Iglesia. Sin embargo, la pérdida del poder temporal fue una oportunidad de purificación y de renovación.
Los 10 papas de los últimos tiempos, desde la caída de los estados pontificios, son todos santos, beatos o venerables. El último que falleció, Benedicto XVI, también era persona de profunda honestidad. Lo mismo podemos decir del actual.
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