El cuadro de Arístides Artal representa una escena de vida cotidiana de la Sagrada Familia, en concreto el momento de dar gracias a Dios por los alimentos.
La carmelita santa Teresita del Niño Jesús y de la santa Faz (santa Teresa de Lisieux 1873-1897) afirmaba que no le gustaban las vidas «imaginadas» de María. No necesitaba oír hablar de sus «privilegios» para amarla. A ella le basta con lo que dice el evangelio: que la Virgen fue una mujer sencilla, modelo de fe y de servicio. Por eso insistía en que María «es más madre que reina».
Teresa afirmaba: «no puedo alimentarme más que de la verdad». Por este motivo solo le interesaba «la vida real de la Virgen María, no su vida supuesta», tal como recogieron sus hermanas en sus Últimas conversaciones: «¡Cuánto me hubiera gustado ser sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Una sola vez habría bastado para decir todo lo que pienso sobre ella. Ante todo, hubiera hecho ver qué poco se conoce su vida. Para que un sermón sobre la Virgen me guste y me aproveche, tiene que hacerme ver su vida real, no su vida imaginaria; y estoy segura de que su vida real fue extremadamente sencilla. Nos la presentan inaccesible, habría que presentarla imitable, hacer resaltar sus virtudes, decir que ella vivía de fe, igual que nosotros, probarlo por el evangelio, en el que leemos: “Ellos no comprendieron lo que él les decía”. Sabemos muy bien que la Santísima Virgen es la Reina del cielo y de la tierra, pero es más madre que reina. Y no se debe decir que a causa de sus prerrogativas eclipsa la gloria de todos los santos, como el sol al amanecer hace que desaparezcan las estrellas. ¡Dios mío, qué cosa más extraña! ¡Una madre que hace desaparecer la gloria de sus hijos!».
Siguiendo las enseñanzas del evangelio, Teresita presenta a María como modelo de creyente que avanza «por el camino ordinario». No le gustaban los cuadros y los libros que presentan a los ángeles barriendo la casa, preparando la comida y realizando otras tareas domésticas, mientras María se dedica a mirar embelesada al Niño Jesús. Por el contrario, opinaba que a María le sienta mejor un delantal que una corona, una escoba que un cetro.
A su hermana Celina, confesó: «Tengo que hacer una cosa antes de morir. Siempre he soñado con exponer en un canto a la Santísima Virgen todo lo que pienso sobre ella». Cuatro meses antes de fallecer, escribió todo lo que pensaba de María en doscientos versos. Era consciente de que sus escritos podrían hacer bien a muchas personas y consideraba que sus pensamientos sobre María eran suficientemente importantes como para escribirlos y transmitirlos a la posteridad.
Del texto que estamos hablando, escribió Juan Pablo II: «Entre los capítulos más originales de su ciencia espiritual conviene recordar la sabia investigación que Teresa realizó sobre el misterio y el camino de la Virgen María, llegando a resultados muy cercanos a la doctrina de la doctrina del concilio Vaticano II en el capítulo VIII de la constitución Lumen Gentium y a lo que yo mismo expuse en mi carta encíclica Redemptoris Mater» (Carta apostólica Divini Amoris Scientia, por la que se declara a Teresita doctora de la Iglesia Universal).
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