Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 21 de septiembre de 2023

Hoy es mi cumpleaños


Hoy cumplo 57 años de vida y 37 de consagración religiosa en el Carmelo, ya que hice mi profesión el mismo día que cumplí los 20, tras formarme durante dos años en el postulantado y noviciado.

Nací en el Burgo de Osma, una pequeña localidad castellana marcada por la historia, con restos arqueológicos celtíberos y romanos, castillo musulmán, catedral y murallas de la Edad Media, universidad renacentista, plaza mayor barroca, etc.

Crecí en una familia con cuatro hermanos mayores que yo y muchos tíos, primos y parientes, por lo que los encuentros familiares eran frecuentes y gozosos durante mi infancia, con unos que cantaban y otros que tocaban instrumentos (mis abuelos, mis tíos y mi madre eran todos muy cantarines y lo hacían muy bien).

En mi pueblo, además del obispo, había numerosos sacerdotes, seminaristas y religiosos, por lo que la vida social estaba marcada por las celebraciones litúrgicas, que se vivían con mucha participación y fervor. (Las cosas han cambiado mucho desde entonces).

Con 17 años me trasladé a Zaragoza, con intención de estudiar la carrera de derecho, pero pocos meses después la dejé para entrar en el Carmelo descalzo, convencido de que a eso me llamaba el Señor. 

No es una llamada que se escuche con los oídos del cuerpo, pero quedó en mí una certeza mayor que las cosas que se pueden ver y tocar. En cierto momento tomé conciencia de que el Señor me llamaba al Carmelo y no podía resistirme. Así que pedí la entrada en la Orden a finales de noviembre, hice una experiencia en diciembre y entré el 5 de enero de 1985, con un convencimiento que nunca me ha abandonado hasta el presente. 

Hice el postulantado en Valencia y el noviciado en Úbeda. Después de la profesión "simple" (temporal), estudié filosofía en Valencia y teología en Roma. Más tarde hice la profesión "solemne" (perpetua), un año de práctica pastoral, la ordenación diaconal en 1991 y la sacerdotal en 1992, con 25 años.

Mi deseo era convertirme en misionero y me preparaba para trasladarme a Burkina Faso, aunque algunos problemas de salud no me lo permitieron.

Aprendí de san Juan de la Cruz que de nada me sirve dar a Dios lo que yo quiero si no le doy lo que él me pide. Yo quería ser misionero en África, pero él tenía preparados otros caminos para mí. 

Poco después de recibir la ordenación, el provincial me envió cuatro meses a Estados Unidos, a dar una mano en nuestro convento de Oklahoma City. Allí me abrieron la mente a nuevos horizontes y me robaron el corazón. Después he tenido ocasión de volver en varias ocasiones.

Ese fue el primero de mis viajes a tierras americanas, en las que me siento en mi casa y en las que conservo muchos y muy buenos amigos.

Regresé a Roma para especializarme en teología sistemática o dogmática en la universidad Gregoriana, en la que también hice el doctorado. 

En estos años he estado destinado en distintos lugares de España y del extranjero. Gracias a Dios, me he sentido a gusto en todos los conventos a los que me han mandado y en todos los sitios he encontrado gente estupenda con la que compartir la fe y la esperanza, por lo que sigo dispuesto a ir donde la gloria de Dios me llame.

De momento, estoy destinado en el Carmen de Soria, donde comparto la vocación con otros cuatro hermanos, todos ellos mucho mejores que yo, por lo que entre sus virtudes se notan menos mis defectos.

A lo largo de estos años he vivido muchas experiencias positivas y algunas negativas, momentos de gozo y de dolor, días de gracia y de oscuridad, pero puedo afirmar que he sido y soy feliz, ya que estoy convencido de que la felicidad es una opción de vida, que consiste en valorar más lo bueno que lo malo, más aquello que se posee que aquello de lo que se carece.

No tengo buena salud y he pasado muchas temporadas en hospitales, sin poder ver ni caminar y con otras complicaciones, pero el Señor me ha acompañado en todo momento, haciéndose presente de muchas formas, perdonándome, fortaleciéndome, consolándome, bendiciéndome. Hoy solo puedo darle gracias por todo lo vivido hasta ahora.

No sé cuánto me queda por delante. Varias veces he estado a las puertas de la muerte, y hasta ahora siempre he vuelto a recuperarme. Tengo un gen defectuoso (el HLAB27+), que a veces está más tranquilo y a veces me da más guerra...

De momento, leo, oro, escribo, doy clases de teología, ayudo en la atención pastoral de mi iglesia, organizo peregrinaciones... y me abandono en las manos de Dios, en cuya misericordia confío.

Doy especialmente gracias a Dios por todas las personas buenas que ha puesto en mi camino, que con su amistad son un estímulo en mi caminar. A él pido que haga descender sus bendiciones sobre cada una de ellas.

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