Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 21 de octubre de 2022

La humildad y el orgullo


El evangelio de la misa del domingo 30 del Tiempo Ordinario, ciclo "c", nos cuenta que "Jesús dijo una parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás". Es la parábola del fariseo y del publicano.

Jesús no dice que fuera malo lo que hacía el fariseo (ayunaba, pagaba sus impuestos, daba limosna, rezaba...), pero condena su pretendida superioridad, su autosuficiencia, su orgullo.

Tampoco dice que lo que hacía el publicano fuera bueno (no se describe su comportamiento, pero podemos imaginar que no era muy ejemplar, cuando él mismo reconoce su indignidad). Lo que Jesús alaba es su humildad para reconocer su verdad ante Dios.

Ningún ser humano es moralmente perfecto (solo Jesús y su madre María). Por eso, es ridículo que nos pasemos la vida juzgando a los demás y criticando la motita que otros llevan en sus ojos sin ver la viga que llevamos en el nuestro.

Pongamos nuestras vidas en manos del Señor, implorando su misericordia y esforcémonos por tratar con misericordia a los demás, como Dios nos trata a nosotros.

En otras ocasiones les he recordado las enseñanzas de la arabita santa María de Jesús Crucificado (Mariam Bawardy, 1846-1878), que decía: “En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo”. 

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