Háblame, María, de Jesús,
nadie me puede hablar de él como tú.
Háblame de tu hijo, de tu Dios,
háblame, háblame.
Háblame, María, de Jesús,
cuando estás de pie ante la cruz
acogiendo el nacimiento de otros hijos,
de tus labios brota un nuevo "hágase".
Te hablaré de aquel momento en que el ángel me anunció
que de mí nacería el mesías salvador.
Te diré que, al abrazar entre mis manos al Señor,
abracé su voluntad, le entregué mi corazón.
Quiero hacerte comprender por qué en silencio y humildad
quiso Dios acercarse y al hombre salvar.
Háblame, María...
Te hablaré de su niñez, su despertar, su juventud,
te haré ver sus sentimientos, sus deseos, su inquietud.
Fue creciendo su amor hecho de gestos sencillos,
siempre dio felicidad, olvidado de sí mismo,
y en su conciencia maduró su ser Hijo de Dios;
seguí de lejos sus pasos cuando el amor predicó.
Háblame, María...
Grande fue mi sufrimiento porque el mundo no entendió
que aquel a quien condenaba fue juzgado porque amó.
Quise haber muerto por él, pero yo necesitaba
de su vida y salvación, de su sangre derramada.
Ante mi Hijo muerto en cruz, yo también puedo decir
con esperanza en el alma: "Me amó y se entregó por mí"
Háblame, María...
No hay comentarios:
Publicar un comentario