Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 19 de agosto de 2018

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna


En el evangelio de este domingo (20 del Tiempo Ordinario, ciclo "b") seguimos leyendo el "discurso del pan de la vida" (capítulo 6 de san Juan), que concluiremos el domingo próximo.

Después de la multiplicación de los panes, Jesús nos explica que él es el verdadero pan de la vida, que da vida eterna a quien lo come.

Una de las mayores riquezas de la Iglesia católica es la celebración de la eucaristía y la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, que se entrega a nosotros como alimento.

En la primera lectura, la Sabiduría de Dios nos invita a comer su pan y a beber su vino, a participar en el banquete que ella ha preparado para nosotros.

En el evangelio, Jesucristo, que es la Sabiduría encarnada, nos explica lo que significan esas palabras proféticas: él es el pan de la vida y el cáliz de la salvación, que se entregan a nosotros como alimento en la eucaristía.

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