Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 13 de agosto de 2024

La Asunción de la Virgen María: Presentación histórica y litúrgica de la fiesta


El 15 de agosto celebramos la Asunción de la Virgen. 
Esa fiesta surgió en el s. V en Oriente, con el título de la «Dormición de la Virgen» por influjo de algunos escritos apócrifos, como el Evangelio de Juan y el Tránsito de María

En Occidente fue asumida en el s. VII y encontró muy buena acogida desde el principio, como lo demuestran las numerosas catedrales e iglesias dedicadas a este misterio, así como las obras de arte que lo representan. También son muchos los poemas y dramas sacros, entre los que destaca el famoso "misterio de Elche", patrimonio de la humanidad, que se representa ininterrumpidamente desde la Edad Media hasta nuestros días. La declaración dogmática, sin embargo, no tuvo lugar hasta 1950, durante el pontificado de Pío XII. 

La liturgia actual ofrece una profunda síntesis del significado de esta solemnidad, poniéndola en referencia a Cristo, a la Iglesia y al pleno cumplimiento de la esperanza cristiana. 

La liturgia de las horas, inspirándose en el Cantar de los cantares, presenta a María como modelo de la Iglesia, enamorada de Cristo: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Porque, mira, ya ha pasado el invierno, ya han cesado las lluvias y se han ido. Brotan flores en los campos, el tiempo de canciones ha llegado, ya el arrullo de la tórtola se ha escuchado en nuestra tierra. Apuntan ya los higos de la higuera y las viñas en flor exhalan sus perfumes. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven! Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu semblante...»

El beato Francisco Palau y Quer, carmelita descalzo del s. XIX, tiene una preciosa doctrina en la que presenta a María como tipo de la Iglesia, como su modelo y su pleno cumplimiento. Ella es, al mismo tiempo, parte de la Iglesia y su mejor realización histórica: «Yo soy María, la Madre de Dios […] Siendo la Iglesia – esto es, la congregación de todos los santos bajo Cristo su cabeza, la cosa amada – el objeto de amor designado por la ley de gracia, para que la virginidad y la maternidad, la pureza, la santidad, la belleza de la Esposa de mi Hijo, la Iglesia santa, tuviera un tipo perfecto y acabado en la concepción humana que la representara, la eterna paternidad de Dios me escogió a mí. […] Yo soy, con todos los santos y ángeles del cielo y los justos y bautizados de la tierra y las almas del purgatorio unidos a Cristo Cabeza, tu Esposa amada, pero no mirándome individuo particular. Como individuo pídeme, y cuanto pueda haré por ti; pero no me mires como objeto perfecto y último de tu amor, pues no lo soy: lo es la Iglesia».


La Iglesia (y cada cristiano) está llamada a vivir de fe, como María, a generar a Cristo permaneciendo virgen para Dios, a dar a luz a Cristo y ofrecerlo al mundo, a seguirle y servirle con corazón indiviso, a permanecer de pie junto a la cruz, a orar insistentemente para recibir el don del Espíritu Santo, con la esperanza de ser un día glorificada, como María asunta al cielo.

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, concédenos, te rogamos, que aspirando siempre a las realidades divinas lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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