Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 22 de agosto de 2021

La crisis de fe de los discípulos


El evangelio del domingo 21 del Tiempo Ordinario, ciclo "b", nos recuerda la crisis de fe de los primeros discípulos. Cuando Jesús concluyó el discurso del pan de la vida, la gente comentó: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» y algunos lo abandonaron: «Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él».

Entonces, Jesús preguntó a sus seguidores más cercanos: «¿También vosotros queréis marcharos?». Y Pedro le respondió: «Señor, a ¿quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Esta pregunta es hoy más actual que nunca. Ante los escándalos causados por los abusos sexuales y abusos de poder por parte de algunos clérigos, son muchos los que abandonan la Iglesia. 

No podemos negar las acusaciones que se hacen contra nosotros. Es verdad que se han producido abusos en escuelas, familias, ongs... de los que casi no se habla, es verdad que la mayoría de los sacerdotes no somos abusadores, es verdad que en la Iglesia hay más santidad que pecado, es verdad que la Iglesia sigue manteniendo en todo el mundo una infinidad de estructuras para ayudar a los más pobres y necesitados... pero también es cierto que a lo largo de la historia ha habido y sigue habiendo pecado, miseria y suciedad en el seno de nuestra madre Iglesia (y en el corazón de cada creyente).

Ante esta realidad, ¿qué vamos a hacer? ¿Nos uniremos al grupo de los que abandonan la práctica religiosa o renovaremos nuestra fe en Jesús, que es el único que puede salvarnos, el único que tiene palabras de vida eterna?

Si abandono el barco porque está sucio y feo, ¿podré sobrevivir en el mar tempestuoso o me arrastrarán las olas? ¿No es mejor limpiar lo que yo pueda y no ensuciar más el barco, para que todos estemos más cómodos en él?

No olvidemos que la Iglesia tiene un elemento divino y otro humano. De Jesús nos viene la gracia, la vida y la esperanza. De nuestra pobreza humana provienen los pecados y la suciedad. Pero la gracia de Dios es más grande que nuestras faltas.

La primera lectura nos recuerda las palabras que Josué dirigió a los israelitas al llegar a la Tierra prometida: «Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».

La segunda lectura, por su parte, nos indica cómo deben comportarse los cristianos. A algunos les llama la atención que dice que las mujeres tienen que someterse a sus maridos, pero también dice que los maridos tienen que someterse a sus mujeres, y eso lo pasan por alto. De hecho, comienza así: «Someteos unos a otros por amor».

Ya hablé de este evangelio en la entrada:


Caminando con Cristo. Ante la persona y la propuesta de Jesús, necesariamente hemos de hacer una opción libre y responsable. Cada uno de nosotros tiene que plantearse estas preguntas: ¿a quién quiero escuchar?, ¿a quién quiero seguir?, ¿en quién he puesto mi confianza? No me sirve lo que los otros respondan. Yo tengo que dar mi respuesta personal. Es verdad que seguir al Señor puede ser difícil en algunos momentos, pero yo quiero seguirle a él, porque sé bien de quién me he fiado. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

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