lunes, 26 de agosto de 2024
Significado del vino en el ofertorio de la misa
Después de dedicar otras entradas a explicar el significado del pan en la eucaristía a la luz de la Biblia, hablemos hoy del significado del vino que ofrecemos junto con el pan sobre el altar. Estas reflexiones están inspiradas en un libro de Luis Alonso Schökel.
Hemos dicho que el pan es el alimento ordinario, cotidiano, sencillo y humilde, por lo que se convierte en símbolo de la vida de cada día. Es la "prosa" de nuestra existencia.
Con el vino sucede algo parecido: es la bebida que normalmente se usaba en la cuenca mediterránea para celebrar las fiestas (en otros lugares se bebía cerveza u otros licores), por lo que también se convierte en símbolo de algo que va más allá del significado original.
En Israel no se bebía vino todos los días, sino solo en la cena de los viernes por la tarde (para acoger el Sabbat) y en los días de fiesta. El vino representa lo extraordinario, la fiesta, la poesía.
Pan y agua son lo indispensable: «Son esenciales para el hombre agua y pan, casa y vestido» (Eclo 29,28). A los fugitivos se les ofrece lo urgente: «Al encuentro del sediento sacad agua [...] llevadles pan a los fugitivos» (Is 21,14).
Pero cuando se agasaja o festeja a una persona, se le ofrece pan y vino, que equivale a convite, banquete. Si al fugitivo se le ofrece pan y agua, al vencedor que vuelve de la batalla se le ofrece pan y vino: «Melquisedec, rey de Salén, le sacó pan y vino, y le bendijo» (Gen 14,28).
El vino es esa propina de la vida (la palabra «propina» viene del latín pro pino, «para beber»), que representa lo no imprescindible, lo no útil que, sin embargo, da sentido a la vida, al hacerla más humana. Lo inútil puede ser más importante que lo útil.
Así, el vino representa la poesía junto a la prosa, la danza frente al caminar, el juego frente al trabajo, el arte frente a la técnica: «¿Qué es la vida si falta el vino? Fue creado para alegrar a los hombres» (Eclo 31,27).
Esto siempre que se beba con moderación, porque también son numerosas las advertencias de la Biblia sobre los peligros de beber en exceso: «El exceso de vino produce amargura, apasionamientos y contiendas. La borrachera enfurece al necio para su perdición, le quita fuerzas y le causa males» (Eclo 31,29-30).
En resumen: al consagrar el pan y en el vino, Jesús nos indica que quiere hacerse presente en la vida cotidiana y en los acontecimientos extraordinarios, en el trabajo y en la fiesta. Él da su vida por nosotros y nos acompaña en todos los momentos.
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