Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 4 de agosto de 2018

La alegría de creer. El Credo explicado con palabras sencillas


Ya he dedicado muchas entradas a recoger capítulos de mi libro "La alegría de creer. El Credo explicado con palabras sencillas", editorial Monte carmelo, Burgos, 2017. Aquí pongo los enlaces:

La alegría de creer. Presentación. Prólogo a la segunda edición. Vivimos momentos de incertidumbre. Todos somos conscientes de que nuestro mundo evoluciona a una velocidad vertiginosa, mientras continuamente se repite una consigna: «Estamos en crisis» (ecológica, política, educativa, eclesial, de relaciones humanas)... Si no queremos naufragar en estas aguas revueltas, hemos de conocer mejor los contenidos de nuestra fe, distinguiendo lo esencial de lo accesorio, lo que debe permanecer y lo que puede cambiar. En este escrito no hago un análisis sociológico de la práctica religiosa contemporánea ni hablo de las manifestaciones externas del cristianismo. Me centro únicamente en sus contenidos fundamentales, tal como están recogidos en el Credo, intentando exponerlos con sencillez y claridad, usando un lenguaje comprensible para los creyentes del siglo XXI.

- La alegría de creer. Introducción. Prólogo a la primera edición. En este libro comparto lo que da sentido a mi existencia: la buena noticia de que Dios ha mandado al mundo a su Hijo Jesucristo para salvarme y que ha enviado a mi corazón el Espíritu Santo para que me convierta en hijo suyo; la certeza de que estas no son historias pasadas, porque Cristo está vivo y obra maravillas en cuantos se abren a su gracia; la esperanza de participar un día de su vida gloriosa.

1- Los orígenes de la teología. San Anselmo de Canterbury (1033-1109) escribió que «la teología es la fe que busca entenderse a sí misma». Lo que queda claro es que en este campo lo primero no es la reflexión (como en el caso de la filosofía), sino la fe. Dice san Pablo que «la fe entra por el oído» (Rom 10,17). Por lo tanto, en primer lugar viene la predicación del evangelio, el anuncio de Cristo muerto y resucitado, de su vida y de sus enseñanzas. Nadie puede inventar los contenidos de la fe, sino que debe recibirlos como un don que viene de Dios por Cristo en su Iglesia. Cuando ya hemos acogido a Cristo en nuestra vida, inmediatamente nos llega el deseo de profundizar en sus enseñanzas, de conocer mejor los contenidos de nuestra fe. La falta de interés de muchos de nuestros contemporáneos por formarse cristianamente viene de su débil fe. Lo normal es que quien la posee, desee cultivarla y acrecentarla. Estas páginas responden a ese deseo de profundizar en los contenidos esenciales de la fe cristiana.

2- La pretensión cristiana. Los cristianos creemos que, «cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer» (Gál 4,4). Jesús no es un mensajero entre otros, no es un visionario que nos hace partícipes de lo que ha descubierto en Dios. Él es el Hijo, por lo que sus palabras sobre Dios son distintas de cualquier otra palabra. No transmite lo que él cree o imagina, sino lo que ha visto desde el principio. Lo afirma claramente san Mateo cuando dice: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar» (Mt 11,27). Y lo profundiza san Juan cuando afirma: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18). La palabra que traducimos como «lo ha dado a conocer» es exegheomai, que literalmente significa «nos ha hecho la exégesis»; es decir, nos lo ha explicado como un profesor que analiza un texto antiguo con sus alumnos, explicándoles el sentido de los términos, su contexto, la etimología de las palabras… para que puedan entender su significado. Eso es lo que Jesús ha hecho con nosotros: nos ha «explicado» a Dios.

3- El tiempo de la gracia. Con Cristo se establece en nuestra historia el tiempo de la salvación. Desde que él entró en nuestra historia, todos los días son tiempo de gracia, ya que él permanece con nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Puede sucedernos como a los discípulos de Emaús, que no somos capaces de comprender que él camina a nuestro lado, pero tenemos la certeza de que es así y le pedimos que abra nuestros ojos para que sepamos descubrir su presencia.

4- La fe es don y conquista. Hemos oído muchas veces que la fe es un don, pero no debemos olvidar que Dios no niega sus dones a nadie. Lo que pasa es que la fe es también una conquista, por lo que hay que esforzarse para protegerla y cultivarla, de manera que se conserve y crezca. En nuestros días sigue siendo actual la pregunta de Jesús: «Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). Yo no puedo responder por los demás. No sé si mis vecinos o mis parientes conservarán o rechazarán la fe, pero tengo la responsabilidad de hacer todo lo posible para conservarla yo; y si puedo ayudar a que otros también la reciban y la acrecienten, tanto mejor.

5- Los orígenes del Credo, el Credo de los apóstoles y el Credo niceno-constantinopolitano. El «Credo de los apóstoles» surgió en la Iglesia primitiva unido al rito del bautismo. El Credo «largo», que normalmente se proclama en la celebración de la misa, se llama «Credo niceno-constantinopolitano» porque fue formulado durante los concilios ecuménicos de Nicea (año 325) y de Constantinopla (año 381), como respuesta de los creyentes a las primeras herejías, que falsificaban la fe cristiana. 

6- Creo en Dios. Creer en Dios no es solo afirmar que él existe, ni basta con aceptar como verdadero lo que él nos ha revelado. Creer en Dios significa relacionarse personalmente con él: abrirse a su amor, confiar en su misericordia, acoger su Palabra, esperar en sus promesas, aceptar sus enseñanzas, intentar vivir como él nos pide.

7- Dios es Padre. Los cristianos no podemos hacer referencia a un dios en abstracto, sin rostro ni figura, sino al único Dios verdadero, que se ha manifestado en Jesús de Nazaret: vivo y amigo de la vida, misericordioso, amante de los hombres, especialmente de los más débiles, Padre amoroso, siempre dispuesto a acogernos y a perdonarnos cuando nos volvemos a él.

8- Dios es todopoderoso y débil. Como Dios es omnipotente y totalmente perfecto, en él no debería haber dolor ni sufrimiento. Pero la Biblia nos dice que «Dios es amor» (Jn 4,16) y el amor es vulnerable porque no se impone, solo se propone, y puede ser acogido o rechazado por parte de las personas amadas. Dios sufre nuestros rechazos y nuestros fracasos porque nos ama, porque no es indiferente a lo que nos sucede. 

9- Dios es creador del cielo y de la tierra. Dios ha creado todo lo que existe y que el ser humano (hombre y mujer) ha sido hecho «a su imagen y semejanza» para que pueda entrar en una relación de amor con Dios desde la libertad. En la medida en que aceptamos esta vocación, somos felices. Si la rechazamos y nos alejamos de Dios, somos infelices. San Agustín lo expresó así: «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».

Estos son los otros capítulos del libro:

10. Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor
11. Concepción y nacimiento de Jesús
12. Pasión, muerte y sepultura de Jesús
13. La resurrección de Jesús
14. La glorificación de Jesús
15. El Espíritu Santo
16. La santa Iglesia católica
17. La comunión de los Santos
18. El perdón de los pecados
19. La resurrección de los muertos y la vida eterna
20. Amén
21. Conclusión
22. Apéndice 1. La fe en san Juan de la Cruz
23. Apéndice 2. Comentario al poema La Fonte

Les recuerdo lo que ya he dicho otras veces: La editorial Monte Carmelo tiene distribuidores en todo el mundo por lo que, si alguien está interesado en el libro, basta con que dé estos datos en cualquier librería religiosa y ellos se lo hacen llegar. "La alegría de creer. El Credo explicado con palabras sencillas", editorial Monte carmelo, Burgos, 2017, ISBN: 978-84-8353-865-4

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