Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 4 de septiembre de 2022

Ser discípulos de Jesús


En el evangelio de hoy (domingo 23 del Tiempo Ordinario, ciclo "c"), Jesús invita a relativizar los bienes y las relaciones para ser discípulo suyo, incluso pide estar dispuestos a sufrir por ser discípulo suyo. 

Literalmente dice: el que no "odia" a su padre y a su madre... (Lc 14,25). Tenemos que recordar que en hebreo y en arameo no hay comparaciones ni superlativos. Para decir que Dios prefirió la ofrenda de Abel a la de Caín, el Génesis dice que amó la ofrenda de Abel y odió la de Caín. Eso es lo que dice literalmente, pero significa que la "prefirió".

Lo mismo sucede cuando se habla del "Santo de los Santos", en realidad significa que es un lugar santísimo; o del "Cantar de los cantares", que significa que es el cantar más hermoso; o cuando se dice que Dios es "tres veces Santo" para indicar que es Santísimo.

Por lo tanto, cuando Jesús dice que hay que odiar a todos para amarler a Él, significa que hay que preferirle a Él, que hay que amarle "con toda el alma, con todo el corazón, con todas las fuerzas". Por eso la traducción litúrgica dice: "Si alguno no pospone a su padre o a su madre..." Otro evangelista ya traduce directamente: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí" (Mt 10,37).

Se trata de prioridades: Jesús tiene que estar por encima de todos los bienes y de todos los afectos. Eso no significa que no amemos a la familia ni a nuestros semejantes. Al contrario: hemos de amarles como Jesús los ama. Él es nuestro modelo. Preferirle a Él significa vivir como Él, revestirnos de sus sentimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario