Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 13 de enero de 2023

Jesús, pastor y cordero


En la Biblia, muchas veces se llama a Dios «PASTOR» (cf. Gén 49,24; Is 40,11; Sal 80 [79],2; Eclo 18,13; etc.). Este título también se da a los reyes, a los dirigentes del pueblo y al mesías (cf. Ez 34).

También de Jesús se afirma que es el «buen pastor»: «Él es el gran pastor de las ovejas» (Heb 13,20), «el supremo pastor» (1Pe 5,4). «Nosotros éramos como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto a nuestro pastor y guardián» (1Pe 2,25).

Igualmente, a menudo la Biblia llama a los israelitas «ovejas del rebaño de Dios» (cf. Sal 74 [73],1; Ez 34,31; 2Sam 24,17; Sal 77 [76],21; Núm 27,17). Y Jesús habla de sus discípulos como ovejas de su rebaño, a las que él cuida, defiende y alimenta (cf. Jn 10).

Pero hoy no hablamos de eso, sino de la sorprendente afirmación que leemos en el evangelio del domingo segundo del tiempo Ordinario, ciclo “a”, en el que Juan bautista dice de Jesús: «Este es el CORDERO de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). El texto bíblico añade que, al día siguiente, viendo a Jesús que se acercaba, volvió a repetir: «Este es el Cordero de Dios» (Jn 1,36).

Para comprender el significado de este texto, es bueno recordar que el libro del Apocalipsis afirma: «El cordero será su pastor» (Ap 7,17). Habla de Jesucristo, el Hijo eterno del Padre, el buen pastor, que comprende los sufrimientos de las ovejas, porque primero se ha hecho él mismo cordero, de modo que conoce la situación de sus hermanos desde dentro.

Por eso, la carta a los Hebreos dice que «precisamente porque nuestro sumo sacerdote fue sometido al sufrimiento y a la prueba, puede socorrer ahora a los que están bajo la prueba» (Heb 2,18).

Y san Pedro añade: «Sabed que no habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores con bienes caducos –el oro o la plata-, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha» (1Pedro 1,19).

En Navidad hemos celebrado que el Hijo de Dios ha querido hacerse hijo de los hombres, el eterno se ha hecho temporal, el Señor se ha convertido voluntariamente en siervo. Hoy profundizamos en ese mensaje al recordar que el pastor se ha hecho cordero.

Fray Luis de León, en el libro «De los nombres de Cristo», comenta varios: Pimpollo, faz de Dios, brazo de Dios, camino, pastor, monte, rey, príncipe de la paz, esposo… y también cordero, afirmando: 

«Cristo llámase y es León por lo que a nuestro bien y defensa toca. Y, así como nadie se atreve a sacar de las uñas del león lo que prende, así no es poderoso ninguno a quitarle a Cristo de su mano los suyos. ¡Tanta es la fuerza de su firme querer! El León es para nosotros amoroso y manso Cordero; y porque nos ama y sufre con amor y mansedumbre infinita, por eso se muestra fiero con los que nos dañan, y los desama y maltrata. Y así, cuando a aquellos no sufre, nos sufre a nosotros; y cuando es con ellos fiero, con nosotros es manso. ¿Qué no sufrió de los hombres por amor de los hombres? Porque es tan amoroso, por eso es tan manso, y porque es excesivo el amor, por eso es la mansedumbre en exceso».

Señor Jesús, que escondes estas cosas a los soberbios y se las revelas a los sencillos, quiero aprender de ti y seguir la senda de los corderos, de los pequeños, de los débiles, que se abandonan en las manos del Padre, confiando siempre en su misericordia. Amén.

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