Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 4 de enero de 2023

La verdad de los Reyes Magos


Retomamos esta reflexión de hace algunos años sobre cómo dar a conocer a los niños la verdad sobre los Reyes Magos. Desconozco al autor original.

Apenas su padre había llegado a casa, se sentó dispuesto a escuchar lo que su hija pequeña le contaba de sus juegos y actividades, como cada tarde, cuando esta, en voz baja, como con miedo, le dijo:

- ¿Papá?

- Sí, hija, cuéntame 

- Oye, quiero... que me digas la verdad

- Claro, hija. Siempre te la digo [respondió el padre un poco sorprendido].

- Es que... [titubeó Blanca].

- Dime, hija, dime.

- Papá, ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero solo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

- Y tú, ¿qué crees, hija?

- Yo no sé, papá. Que sí y que no. Por un lado, me parece que sí que existen, porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso…


- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos, pero... 

- Entonces, ¿es verdad? [cortó la niña con los ojos humedecidos]. ¡Me habéis engañado!

- No, mira, nunca te hemos engañado, porque los Reyes Magos sí que existen [respondió el padre, cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca].

- Entonces, no lo entiendo, papá.

- Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar, porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla [dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado].

Blanca se sentó entre sus padres, ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda; y su padre se dispuso a narrar la verdadera historia de los Reyes Magos.

- Cuando nació el Niño Jesús, tres Reyes que venían de Oriente, guiados por una gran estrella, se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento, que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

- ¡Es maravilloso ver a un niño tan feliz! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

- ¡Oh, sí! [exclamó Gaspar]. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero, entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito...

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz del Niño Dios se escuchó en el Portal: 

- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

- ¡Oh, Señor! [dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas]. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño, que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos. Pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.

- No os preocupéis por eso [dijo Jesús]. Yo os voy a dar, no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? [dijeron a la vez los tres Reyes Magos, con cara de sorpresa y admiración].

- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? [preguntó el Niño Divino]. 

- Sí, claro, eso es fundamental [asintieron los tres Reyes].

- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje [respondieron cada vez más entusiasmados los tres].

- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Jesús estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír: 

- Puesto que así lo habéis querido, y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, yo ordeno que, en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre y de vuestra parte, hagan regalos a sus hijos. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y, a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres, en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que, gracias a los Tres Reyes Magos, todos son más felices.

Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y, dando un beso a sus padres, dijo: 

- Ahora sí que lo entiendo todo, papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y, corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía: 

- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena, tremendamente satisfechos. 

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Les deseo una feliz fiesta de Epifanía para todos. Y ya saben que si reenvían esta historia a sus amigos y conocidos, hijos, sobrinos y demás parientes, quizás no se cumplan todos sus deseos (que te toque la lotería, el banco te perdone la hipoteca, la compañía Microsoft te regale un ordenador nuevo, tu equipo gane la liga, tu partido gane las elecciones y tú seas el próximo jefe de tu jefe), pero –al menos– evitarán que los tres Reyes Magos les traigan Polonio 112, que es mucho peor que el carbón asturiano...

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