El lema de este año es: "Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia" (cf. Jn 15,5-9).
Permanecer en Cristo es una actitud interna que arraiga en nosotros con el paso del tiempo. Necesita espacio para crecer, y a veces está amenazada por las necesidades inmediatas, las distracciones, el ruido, la actividad y los desafíos de la vida.
Cuando escuchamos a Jesús, su vida fluye en nosotros. Jesús nos invita a dejar que su palabra permanezca en nosotros (Jn 15,7) y luego todo lo que le pidamos nos lo concederá. En su palabra damos fruto. Como personas, como comunidad, como Iglesia, deseamos unirnos a Cristo para perseverar en su mandamiento de amarnos unos a otros como él nos ha amado (Jn 15,12).
Las divisiones entre cristianos, que nos alejan a unos de otros, son un escándalo porque también nos alejan de Dios. Muchos cristianos, conmovidos por esta situación, oran fervientemente a Dios por la restauración de esa unidad por la que Jesús oró. La oración de Cristo por la unidad es una invitación a retornar a él y a acercarnos unos a otros, regocijándonos en la riqueza de nuestra diversidad.
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