Santa Teresa presenta el alma como un castillo de cristal lleno de tesoros (nuestras capacidades). La puerta del castillo es la oración. Esta vidriera, que representa el Castillo interior de santa Teresa de Jesús, se encuentra en la casa provincial de las Carmelitas Teresas de San José en la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana).
Para Teresa, la oración no se debe limitar a repetir fórmulas aprendidas, sino que consiste en establecer una relación personal de amor con Cristo: «A cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración. De hecho, si alguien no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, a eso no lo llamo yo oración, aunque mucho menee los labios» (1M 1,7).
Dice cosas parecidas cuando explica la diferencia entre oración vocal, mental (o meditación) y contemplativa: «Rezar el Padre nuestro (o lo que queráis) es oración vocal. La oración mental es pensar y entender qué hablamos y con quién hablamos y quiénes somos nosotros que hablamos con tan gran Señor y lo poco que le hemos servido y lo mucho que estamos obligados a servirle. No penséis que la oración mental es otra algarabía ni os asuste el nombre. En estas dos cosas, nosotros podemos algo, con el favor del Señor; en la contemplación no podemos nada, es obra de su Majestad» (CV 25,3).
Para entender el pensamiento de santa Teresa de Jesús, hemos de recordar que para ella, como para san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola y sus contemporáneos, la oración no consiste únicamente en estar en presencia del Señor sin hacer otras cosas, sino que es algo más amplio: una manera de vivir, de relacionarse con los demás, de estar ante el mundo. A eso hoy lo llamamos espiritualidad o vida espiritual.
Todo el camino comienza con el esfuerzo de conocernos a nosotros mismos con honestidad, reconciliándonos con la propia historia personal y trabajando para desarrollar los talentos recibidos.
El estudio de la vida de Cristo y de sus enseñanzas es también fundamental, para conocerle mejor, amarle más intensamente e imitar sus actitudes vitales.
La vida de oración (o espiritualidad) no se reduce a la esfera de las cosas inmateriales, sino que abraza toda la vida del creyente que desea identificarse con Cristo, dejándose guiar por su Espíritu. La práctica de las obras de misericordia es algo esencial en este camino.
Para Teresa está claro que la verdadera amistad con Jesús consiste en relacionarse con él para revestirse de sus sentimientos, para imitar su ejemplo y vivir conforme a sus enseñanzas. Por eso, la oración necesita de momentos de encuentro personal con él, en el silencio y la soledad, pero después se prolonga en la vida, que es la verdadera demostración de su autenticidad.
Esto lo trata en todo el libro del Castillo interior, pero insiste más en ello en las últimas moradas, porque las buenas obras son la demostración de que una vida contemplativa es auténtica.
La vida de oración (o espiritualidad) no se reduce a la esfera de las cosas inmateriales, sino que abraza toda la vida del creyente que desea identificarse con Cristo, dejándose guiar por su Espíritu. La práctica de las obras de misericordia es algo esencial en este camino.
Para Teresa está claro que la verdadera amistad con Jesús consiste en relacionarse con él para revestirse de sus sentimientos, para imitar su ejemplo y vivir conforme a sus enseñanzas. Por eso, la oración necesita de momentos de encuentro personal con él, en el silencio y la soledad, pero después se prolonga en la vida, que es la verdadera demostración de su autenticidad.
Esto lo trata en todo el libro del Castillo interior, pero insiste más en ello en las últimas moradas, porque las buenas obras son la demostración de que una vida contemplativa es auténtica.
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