A lo largo de los siglos, han dedicado sus versos a la madre de Jesús y madre nuestra tanto juglares como teólogos, místicos y artistas variados. Aquí les propongo cuatro poemas a santa María.
Jesús Bermejo Jiménez (1941-2013), religioso claretiano:
Cumbre de gozo, María,
que en vuelo azul de pureza
destierras toda tristeza
floreciendo en alegría.
Límpido sol de armonía
para el alma atormentada,
reposas en la mirada
de Dios, y en Ti todo vuela:
nieve, paloma y gacela
feliz, Madre Inmaculada.
José María Zandueta Munárriz (1915-2005), maestro, poeta y escritor navarro:
Al contemplar tu virginal semblante
que tanto gozo y devoción me inspira,
deja, Señora, que mi torpe lira
vibre de amor y tu hermosura cante.
En tu serena faz, un sol radiante
al refractar su luz, te envuelve y gira,
acaricia tu rostro y se retira
con majestuoso y divinal talante.
Quédate con nosotros en la tierra
hasta que Dios nos llame en raudo vuelo
a compartir tu celestial morada.
La Humanidad doliente a ti se aferra.
Concédenos la gracia de ir al Cielo,
Virgen, Madre de Dios, ¡Inmaculada!
Poema de la novelista, escritora de teatro y poeta Gertrudis Gómez (1814-1873) de Avellaneda, nacida en Cuba y muerta en España. Se dio a conocer con una novela antiesclavista titulada «Sab», publicada en 1841, 10 años antes que la novela estadounidense «La cabaña del tío Tom», publicada por entregas entre 1851 y 1852. Es una de las mejores escritoras del romanticismo hispanoamericano.
Vos, entre mil escogida,
de luceros coronada,
Vos, de escollos preservada
en los mares de la vida,
Vos, radiante de hermosura,
¡Virgen Pura!
De toda virtud modelo,
flor trasplantada del suelo
para brillar en la altura.
Vos, que ocupáis regio asiento
en la patria eterna y santa,
y tenéis de vuestra planta
por alfombra el firmamento...
Volved, Señora los ojos,
sin enojos,
a esta mujer solitaria,
que os dirige su plegaria
de su destierro entre abrojos.
Vos, en la noche sombría
pura luz, celeste faro,
de los débiles amparo,
de los tristes alegría...
Mirad mi senda enlutada,
!Madre amada!
Mi juventud --sin amores--
débil planta a los rigores
de ardiente sol marchitada.
que os dirige su plegaria
de su destierro entre abrojos.
Vos, en la noche sombría
pura luz, celeste faro,
de los débiles amparo,
de los tristes alegría...
Mirad mi senda enlutada,
!Madre amada!
Mi juventud --sin amores--
débil planta a los rigores
de ardiente sol marchitada.
José Rogerio Sánchez García (1876-1949). Catedrático, escritor y académico:
Hay un nombre en el mundo que enamora
a aquel que le pronuncia con fe pía:
este nombre es el nombre de María
con que Dios adornó a la gran Señora.
Por esto cuando brilla ya la aurora
derramando la luz y la alegría,
se hunde en el pasado un nuevo día
huyendo sin cesar hora tras hora…
La mar que en leves ondas se dilata,
el ave que en el bosque se guarece,
de la luna la tibia luz de plata,
El sol que entre las nubes resplandece,
y aun el hombre, que acaso desconfía,
murmuran con amor: ¡Virgen María!
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