Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

lunes, 24 de octubre de 2022

El lenguaje de las flores. Canto de José Manuel Montesinos


Presentación del autor: El canto "El Lenguaje de las Flores" es una oración a Dios Padre. Busca el desarrollo vocacional personal, para dar fruto ante los ojos de Dios. Parece adecuado para escuchar más que para cantar, pero si hay grupo puede intervenir en los estribillos.

La idea del lenguaje de las flores abarca varios aspectos: el mundo de los olores, con sus sugerencias indefinidas e infinitas; los colores, con su variada simbología; la belleza de las flores, su fragilidad. Por último, está su fin, que es dar fruto; pero también lo es la miel que elaboran las abejas. 

Aparte de todo esto, la floración suele suceder en tiempo pascual y en Andalucía hay mucha celebración de la Resurrección expresada con las flores: Cruces de Mayo, cármenes (jardines granadinos), patios cordobeses, batallas de flores, etc.

También se le llama flores a los poemas (“carmina” en latín, “antos” en griego, de ahí la palabra “antología”, reunión de flores).

Se cree que el lenguaje de las flores entre los amantes comenzó en Constantinopla en el año 1600 y fue llevado a Inglaterra en 1716. El interés se propagó a Francia, donde se escribió el libro Le Langage des Fleurs, que se consideraba un libro bastante atrevido.

Entre todas las flores se destaca la rosa, que en sí misma es todo un universo simbólico. En la canción apenas se apuntan tres significados, pero son muchísimos más.

A ello se suma que en los iconos y en las imágenes de santos y santas, muchos de ellos aparecen con flores, que también nos hablan de Dios y del amor, pero trascendiendo los sentidos. Hemos escogido dos: la Virgen de la Antigua, que lleva una rosa y a su hijo en brazos (“rosa duplicada”).

Muchos santos nos ofrecen sus “florecillas” de vida, y las colecciones de biografías de santos se suelen llamar florilegios. Y en relación con el tránsito al Cielo de los santos se habla del “olor de santidad”.

De ahí que el cristiano se plantee por el sentido de su “flor” o vida. Cada uno se puede identificar con la flor que más le guste o a la que más se parezca. En el texto el autor se identifica con el Cardo Común. Las cerrajas son esas altas flores amarillas que crecen junto a los cardos. Son flores fuertes, pero sin olor y sin encanto… sin embargo, a los ojos de Dios, incluso estas flores feas pueden servir para jugar (los vilanos son las volanderas semillas del cardo, con las que juegan los chiquillos).

La imagen de Dios jardinero, o de Jesús hortelano, es una imagen de Resurrección y también de exigencia (como a la higuera, se le da un año más a prueba).

Como canto-catequesis puede prescindir, si acaso de las estrofas 3 y 4, para abreviar y no abrir demasiados temas. La idea es trabajar en un contexto de naturaleza o de retiro en un entorno bello, y que cada cual, tras recolectar flores, se identifique con alguna de ellas. 

Si esto no es posible, entonces se puede hacer con fotos, con una guía de flores silvestres o de jardín, etc. La propuesta es, partiendo de las flores, sus olores y colores, expresar la vocación personal, las dificultades (las necesidades de agua y riego), los pecados (o espinas), etc.

Una tarea divertida puede ser identificar imágenes de Nuestra Señora en relación con las flores u otros elementos que portan en sus manos. O bien las santas y santos.

El canto vale para la Eucaristía (meditacional) seleccionando la estrofas más adecuadas y para oraciones comunitarias. Como canto-oración también nos podemos quedar solo con el estribillo, como mantra repetitivo.

El lenguaje de las flores
dice todo sin sonido:
son los verbos los colores
y el aroma el contenido.

Van al aire flor de olivo
y azahares con la brisa,
el olfato es sustantivo
que ni nombra ni precisa.

Un clavel de rojo oscuro
vuelve alados los amantes;
la amapola hará seguro
confesiones impactantes;

tulipán rojo cerrado
por las noches es consuelo;
tulipán tono dorado
da prisión y da desvelo…

Saca de mí,
como la abeja,
tu dulce miel,
tu luz dorada.

Sacia esta sed
que no me deja
dar fruto al fin
en tu mirada.

Plante en su balcón la rosa:
placentera, si amarilla,
tan sensual, roja fogosa,
casta blanca, al sol que brilla.

Lleva rosa duplicada
la señora de la Antigua;
muestra rosa enamorada
Teresita y se santigua.

¿Qué flor es la que yo ofrezco?
Solo cardo con espinas,
en un descampado crezco
con cerrajas por vecinas.

Sin encanto y sin aroma.
Mas quizá vengan tus manos
a jugar por esta loma
dando al viento mis vilanos.

Saca de mí,
como la abeja,
tu dulce miel,
tu luz dorada.

Sacia esta sed
que no me deja
dar fruto al fin
en tu mirada.

Ojalá, Buen Jardinero
que cortabas los abrojos,
aún me des otro año entero
por deleite de tus ojos.

Patios, cármenes, jardines…
Cruz de vida, flor de cantos,
aleluyas y jazmines.
Florilegio de los santos.

Saca de mí,
como la abeja,
tu dulce miel,
tu luz dorada.

Sacia esta sed
que no me deja
dar fruto al fin
en tu mirada.

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