Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 20 de octubre de 2022

La Iglesia que yo amo es la santa Iglesia de todos los días


La Iglesia que yo amo es la santa Iglesia de todos los días.
La encontré peregrina del tiempo, caminando a mi lado.
La tuya, la mía, la santa Iglesia de todos los días.
La saludé primero en los ojos de mi padre, penetrados de verdad,
y en las manos de mi madre, hacedoras de la ternura universal.
No hacía ruido, no gritaba:
era la Biblia de velador y el rosario, 
y el tibio cabeceo del Ave María.

La Iglesia que yo amo, la santa Iglesia de todos los días.
Antes de estudiarla en el catecismo,
me bañó en la pila del bautismo, en la vieja parroquia santa Ana.
Antes de conocerla ya era mía, la santa Iglesia de todos los días.
Era la Iglesia de mis padres y la Iglesia de la cocinera.
La Rosenda lloraba las cebollas, 
rezando el Padre Nuestro iba a misa la María,
me llevaba de su mano a la Iglesia santa de todos los días. [...]

Jesucristo, el evangelio, el pan, la eucaristía, 
el Cuerpo de Cristo humilde cada día.
Con rostros de pobres y rostros de hombres y mujeres,
que cantaban, que luchaban, que sufrían.
La santa Iglesia de todos los días. [...]

La Iglesia del corazón limpio,
la Iglesia del camino estrecho,
la bella Iglesia de la vida,
la santa Iglesia de todos los días. [...]

Escuchen que viene por las calles 
la Iglesia de las grandes y pequeñas procesiones,
la Iglesia heroica de amor, 
la vieja heroica de amor entre rezos y devociones.
Desde sus andas multicolores, 
los santos le preguntan sus perdones,
porque crió los hijos que no eran suyos 
y rezó por muertos que la humillaron,
y vivió tan pobre sin voto de pobreza, 
y dio la mitad de lo que no tenía. [...]

Amo a la Iglesia de la diversidad, 
la difícil Iglesia de la unidad.
Amo a la iglesia del laico y del cura, 
de san Francisco y de santo Tomás,
La Iglesia de la noche oscura 
y la asamblea de la larga paciencia. [...]

Amo a la Iglesia de aquí y ahora, [...]
esta Iglesia que se acerca a la herida de su Cristo,
la Iglesia de Puebla y Medellín, 
de Dom Elder, de Romero y Luther King, 
que vienen de la mano de Moisés, David, Isaías y Ezequiel.

Amo a la Iglesia que va con su pueblo, [...]
la Iglesia del verbo duro y del corazón blando.
Amo a la Iglesia del derecho y del perdón,
la Iglesia del precepto y de la compasión,
jurídica y carismática, corporal y espiritual,
maestra y discípula, jerárquica y popular.

Amo a la Iglesia de la inferioridad, 
la pudorosa Iglesia de la indecibilidad.
Amo a la Iglesia sincera y tartamuda,
a la Iglesia enseñante y escuchante,
la Iglesia audaz, creadora y valiente,
y a la santa Iglesia convaleciente. [...]

No quiero una Iglesia de aburrimiento, 
quiero una Iglesia de ciudadanía,
de pobres en su casa, 
de pueblos en fiesta, 
de espacios y libertades; 
quiero ver a mis hermanos 
aprendiendo y enseñando al mismo tiempo, 
Iglesia de un solo Señor y Maestro,
Iglesia de la palabra y de los sacramentos.

Amo a la Iglesia de los santos y de los pecadores,
amo a esta Iglesia ancha y materna,
no implantada por decreto,
la Iglesia de los borrachos sin remedio,
de las prostitutas que cierran su negocio el Triduo Santo.

Amo a la Iglesia de lo imposible,
la Iglesia de la esperanza a los pies de la mujer,
la santa madre María.
Amo a esta Iglesia de la amnistía,
la santa Iglesia de todos los días.

Amo a la Iglesia de Jesucristo,
construida en firme fundamento,
en ella quiero vivir
hasta el último momento. Amén.

Texto escrito por el Cardenal Raúl Silva Henríquez (Chile, 1907-1999)

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