Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 12 de noviembre de 2023

Con nuestras elecciones, construimos o destruimos nuestro futuro


El evangelio que se lee en la misa de hoy nos recuerda, una vez más, que somos responsables de nuestras vidas y que, con nuestras elecciones, construimos o destruimos nuestro futuro. Comienza así: «El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes».

Las sensatas prepararon sus lámparas y llenaron las alcuzas de aceite. Las necias no solo olvidaron el aceite, sino que pretendían que otros se lo dieran.

La parábola nos explica que el aceite lo vamos acumulando nosotros con nuestras actitudes cotidianas y no lo podemos recibir de otros ni dárselo a otros.

De hecho, la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13) continúa con la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) y con la parábola del juicio de las ovejas y las cabras (Mt 25,31-46). Las tres forman una unidad y se recogen en el capítulo 25 del evangelio de Mateo.

La enseñanza está clara: somos responsables de los talentos recibidos, de llenar de aceite la alcuza dando de comer a los hambrientos y teniendo misericordia de los hermanos. Este es el camino de la vida.

He hablado de este evangelio otras veces, como en esta entrada:


Las vírgenes prudentes y las necias. Muchas veces me he encontrado con gente que se queda sorprendida porque las vírgenes sensatas no quisieron compartir, por lo que les parecen egoístas. Siempre tengo que decir lo mismo: No hay que hacer una interpretación literal del texto, ya que las parábolas sirven para hacernos reflexionar. La clave de interpretación está en las palabras finales: "Velad, estad preparados para acoger al esposo que viene, tened los ojos abiertos para descubrir su presencia". En este sentido, el aceite no se puede pedir prestado, sino que es el fruto de una actitud del corazón. Si yo no la tengo, nadie me la puede dar. Pueden orar por mí, pueden ayudarme, pueden darme un consejo, pero si yo no me abro personalmente a la gracia de Dios, si yo no lo acojo, de nada me sirve lo que hagan los otros....

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