Mi amigo José Manuel Montesinos (cordobés afincado en Sevilla) es músico y poeta. En este hermoso canto nos invita a volar alto, a fijar nuestra morada en el Corazón de Cristo y nuestra mirada en el destino definitivo de nuestro caminar: el abrazo de amor del Padre eterno. Que la esperanza siga siendo siempre nuestra fortaleza. Amén.
Como pueden oír, el canto tiene ritmo de milonga, con tono intimista y nostálgico, muy acorde con el texto.
Cabe todo el universo
dentro de mi habitación
y se asoma a mi balcón
este mundo y su reverso.
En mi soledad converso
con mi Dios, que es compañía.
En la claridad del día
yo le elevo mi plegaria
y, en la noche solitaria,
mi silencio y mi agonía.
Hay en la puerta de al lado
un santo y un pecador,
una angustia y un dolor
y un consuelo confinado,
un amor desamparado
y una fe desesperada.
Hay un alma enamorada
en cada pecho de orante
y, en la vida clausurada,
libertad apasionante.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
Canta el pájaro en el nido
y la flor crece en el prado
y susurra el mar salado
por el aire sin ruido.
El planeta malherido
va buscando quién repara
nubes blancas y agua clara,
cielo azul y verde valle.
Solo el hombre por la calle
lleva máscara en la cara.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
Los ángeles de la guarda
nos sostengan en el vuelo
y nos lleven hasta el Cielo
donde el Padre Nuestro aguarda.
Si el encuentro se retarda,
o perdiste el Norte fijo,
corazón, busca el cobijo,
como el Cantar nos enseña,
en los huecos de la peña,
que es el Corazón del Hijo.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
dentro de mi habitación
y se asoma a mi balcón
este mundo y su reverso.
En mi soledad converso
con mi Dios, que es compañía.
En la claridad del día
yo le elevo mi plegaria
y, en la noche solitaria,
mi silencio y mi agonía.
Hay en la puerta de al lado
un santo y un pecador,
una angustia y un dolor
y un consuelo confinado,
un amor desamparado
y una fe desesperada.
Hay un alma enamorada
en cada pecho de orante
y, en la vida clausurada,
libertad apasionante.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
Canta el pájaro en el nido
y la flor crece en el prado
y susurra el mar salado
por el aire sin ruido.
El planeta malherido
va buscando quién repara
nubes blancas y agua clara,
cielo azul y verde valle.
Solo el hombre por la calle
lleva máscara en la cara.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
Los ángeles de la guarda
nos sostengan en el vuelo
y nos lleven hasta el Cielo
donde el Padre Nuestro aguarda.
Si el encuentro se retarda,
o perdiste el Norte fijo,
corazón, busca el cobijo,
como el Cantar nos enseña,
en los huecos de la peña,
que es el Corazón del Hijo.
Vuela, vuela, corazón
con alas rotas;
disolviéndose en mil notas,
vuele alto tu canción.
Vuela, vuela, corazón
de los humanos;
agitando las dos manos,
suba al Cielo tu oración.
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