De hecho, en 1674 santa Margarita María de Alacoque afirmó que Jesús mismo le había comunicado que quería ser venerado bajo la figura de su corazón de carne y al año siguiente pedía que se instituyera una fiesta anual el viernes siguiente a Corpus Christi, en reparación por la ingratitud de los hombres hacia su sacrificio redentor en la cruz.
Al principio, fue una devoción minoritaria, porque los primeros cuadros y grabados no despertaban entusiasmo en el pueblo. En efecto, tal como hemos dicho, representaban un corazón humano con todos los detalles anatómicos, como en este cuadro pintado por José Páez hacia 1770.
Lo mismo podemos decir de este otro, pintado en 1795 por Vicente López Portaña, que se conserva en el museo de bellas artes de Valencia (España).
Más tarde el dibujo se fue simplificando, eliminando los detalles superfluos, como en esta estampa francesa.
En 1838, el danés Bertel Thorvaldsen esculpió en mármol una gran imagen de Jesucristo (de más de 3 metros de altura) para la catedral luterana de Nuestra Señora, en Copenhague. Fue un modelo muy repetido por los artistas neoclásicos de la época.
Más tarde el dibujo se fue simplificando, eliminando los detalles superfluos, como en esta estampa francesa.
Pero fue el italiano Pompeo Batoni el primero que pintó sobre una lámina de cobre a Jesús con una túnica roja, un manto azul y su corazón en la mano, el año 1780 para una capilla de la iglesia del Gesù de los jesuitas de Roma. Lo más importante del cuadro es el corazón coronado de espinas y rematado con llamas y una cruz, del que salen rayos de luz. Jesús lo sostiene con una mano y lo señala con la otra. Hasta entonces se lo representaba flotando, aquí se lo representa en las manos de Jesús, pero el corazón sigue siendo un elemento exento, objeto de devoción en sí mismo.
El cuadro suscitó una acalorada discusión entre artistas, teólogos y fieles (en la que intervinieron incluso el papa y la entonces llamada congregación de ritos) sobre cuál era el objeto de esta devoción: el corazón carnal de Cristo o si el corazón era una metáfora del amor de Cristo.
Incluso se llegó a prohibir la exposición de ese cuadro o de copias en las iglesias, pero el éxito fue tal que con él nació un nuevo sujeto iconográfico, que terminó siendo aceptado por todos.
Los numerosos grabados y estampas que los jesuitas imprimieron, fundando cofradías por todo el mundo, popularizaron la imagen.
Esta escultura realizada por Emile Thomas en 1894 para la iglesia de san Sulpicio en París se hizo muy famosa y fue muy copiada en las iglesias francesas.
En España se suavizaron los colores de la túnica y el manto, colocaron la mano derecha de Jesús en actitud de bendecir y la izquierda señalando su corazón. Es la imagen de la que se hicieron miles de copias en los talleres de Olot, que hoy están repartidas por todo el mundo.
En 1925 se estableció la fiesta de Cristo rey del universo. A partir de entonces también fue común la representación de Jesús sentado en el trono con el corazón en el pecho, como en esta pintura del polaco Cichón que se conserva en los dehonianos de Bolonia. Aquí lo importante es la figura de Jesucristo. El corazón es un atributo más, como la corona de espinas y la de rey, las llamas y los demás elementos.
De nuevo fueron los talleres de Olot los que popularizaron esta imagen, representada con pequeñas variantes en miles de copias repartidas por el mundo entero.
A partir de la canonización de santa Faustina Kowalska en el año 2000, la representación que más auge ha tenido es esta, aunque es la de menor calidad artística.
No hay comentarios:
Publicar un comentario