El año litúrgico está llegando a su fin, ya que este es el domingo 33 del Tiempo Ordinario y el domingo próximo celebraremos la fiesta de Jesucristo, rey del universo. El domingo siguiente comenzamos un nuevo ciclo con el tiempo de Adviento.
Las lecturas de este domingo hablan del final de los tiempos y del juicio final: «Entonces se salvará tu pueblo. Unos despertarán para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua». (primera lectura).
Es verdad que nadie sabe el día ni la hora en que esto sucederá, pero siempre tenemos que estar preparados (evangelio).
El juicio final no debe inspirar temor en los creyentes, sino confianza, ya que ese día el Señor «reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo el cielo» (evangelio).
El evangelio del día también nos dice que pasarán el cielo y la tierra, pero las palabras de Jesús no pasarán. Y sus palabras, que están recogidas en los evangelios, ya las conocemos: son una promesa de vida en plenitud, de salvación, de gozo.
El evangelista san Juan dice claramente que «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo. El que cree en él no será condenado» (Jn 3,17ss).
Nosotros somos creyentes, nos fiamos de él y hemos puesto nuestras vidas en sus manos. Por eso, sabemos que la última palabra no la tendrán nuestros pecados, sino su misericordia, si confiamos plenamente en él hasta el último momento.
Mientras llegan esos días, queremos vivir fiándonos de sus promesas y obedeciendo a sus enseñanzas. El Señor nos conceda perseverar en la fe, la esperanza y el amor. Amén.
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