Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 30 de enero de 2013

Mi mamá no tiene novio

Hace tiempo encontré un texto en internet, que me pareció interesante y lo reescribí para usarlo en momentos de reflexión con algunas parejas. Se lo comparto a ustedes, porque puede ayudarnos a pensar en nuestro comportamiento cotidiano, especialmente a los hombres, que con la excusa de que somos menos sensibles, a veces nos descuidamos en el trato hacia las personas que amamos.

Me divierte ver a mi prima mayor prepararse cuando espera a su novio. Toda contenta, se peina, perfuma y pinta los labios. Se viste muy guapa y corre de un lado a otro de la casa, arreglando todo con detalle para que el que ella llama "mi amor" lo encuentre todo perfecto. Entonces llega el novio oliendo mucho a colonia y cuando se miran... ¡uff!, parece que flotan en el aire. Se abrazan con ternura y ella le ofrece algo de beber. Además, él no para de decirle cosas bonitas y celebra todo lo que hay para cenar (la verdad es que no lo prepara mi prima, sino mi tía, que es una gran cocinera...) Luego se sientan a charlar tontería y media, después de echarnos a los niños de la sala. Se escuchan el uno al otro por horas, sin perder detalle ni soltarse de las manos, hasta que mi tío empieza a rondar por el salón con la almohada bajo el brazo. Yo creo que es el único momento del día en que mi prima no responde al Whatsupp del teléfono móvil. Sus amigas llaman desesperadas al teléfono fijo y ella dice que no está en casa o que anda muy ocupada.

Un día le pregunté a mi mamá quién es su novio, y me dijo que su novio es mi papá. Pero ¿cómo va a ser mi papá su novio? En primer lugar, él nunca llega a casa con un ramo de flores. Además, mamá no pone cara de Blanca Nieves cuando papá llega del trabajo, ni él sonríe como príncipe azul cuando la mira. Mamá no corre a arreglarse el pelo, ni a pintarse los labios cuando suena el timbre de la puerta y apenas se da la vuelta para decir "hola", porque está muy ocupada en la cocina. El saludo de mi papá, en vez de "¿Cómo estás, mi vida?" es "¡Qué día!". En lugar de "¡Te estaba esperando con todo mi corazón!", mi mamá le dice: “Me paso el día cocinando y nadie lo aprecia”. Y papá, en vez de decir "¡Qué guapa estás hoy!", le pregunta "¿Dónde has dejado el dichoso mando de la televisión?".

Los novios se dicen cosas románticas como "¡Cuánto te amo!", en vez de "¿Has ido al banco?". Mi prima y su novio no pueden dejar de mirarse. Cuando mamá pasa delante de papá, él inclina la cabeza para no perder detalle de lo que hay en la tele. A veces, papá le da un abrazo sorpresa a mamá, pero ella tiene que soltarse porque siempre tiene prisa. Además, mis papás solo se dan la mano cuando el sacerdote dice en Misa: "Pueden darse la paz".

Yo creo que ella me dice que son novios para que no me entere de que "cortaron" cuando se casaron. La verdad es que mi mamá no tiene novio y mi papá no tiene novia. Qué aburrido... ¡Solo son esposos!

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¿Y tú? ¿También eres de los que nunca tienen una palabra bonita ni un gesto cariñoso para las personas que amas? No basta con quererlas, hay que saber demostrarlo. En primer lugar, con la honestidad, la servicialidad, la escucha, el perdón, la paciencia, la laboriosidad... pero también con las palabras amables, los gestos cariñosos, las caricias y la ternura.

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«El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia. No es grosero ni egoísta; no se irrita ni lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. El amor no pasará jamás» (1Cor 13,4-8).

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