Los misterios de la encarnación y de la infinita caridad de Dios se manifiestan de la manera más profunda en la adoración del Sagrado Corazón. En la invocación: “Corazón de Jesús en el que habita la plenitud de la divinidad” encontramos la tensión inmanente al misterio de la encarnación en su gloria plena e inefable.
Al decir Corazón de Jesús estamos tocando la fibra más digna y noble de la naturaleza humana. Tener un corazón capaz de amar, un corazón que puede conocer la ansiedad y el sufrimiento, que puede afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana. El corazón es la esfera más tierna, más interior, más secreta de la persona, y es precisamente en el corazón de Jesús donde habita la plenitud de la divinidad.
¡Qué manifestación más extraordinaria del infinito amor de Cristo encontramos en el Sagrado Corazón, en este misterio que es la fuente más profunda de nuestra alegría! Que Cristo nos ama es el gran secreto, el secreto más íntimo de cada alma. Es la realidad más inconcebible; es una realidad que cambiaría completamente la vida de cualquiera que se diera cuenta de ello plenamente.
¡Qué manifestación más extraordinaria del infinito amor de Cristo encontramos en el Sagrado Corazón, en este misterio que es la fuente más profunda de nuestra alegría! Que Cristo nos ama es el gran secreto, el secreto más íntimo de cada alma. Es la realidad más inconcebible; es una realidad que cambiaría completamente la vida de cualquiera que se diera cuenta de ello plenamente.
Pero para darse cuenta de ello no basta un mero conocimiento teórico, sino una vivencia de ese amor similar a la que se tiene del amor de la persona amada. E implica también la conciencia del carácter incomparable y único de ese amor divino, de su modo de ser absolutamente nuevo y misterioso, y su inefable santidad, similar a la que brilla en el evangelio y en la liturgia y se refleja en la vida de los santos.
Este gran secreto –el infinito amor de Dios por nosotros en Cristo– que es la fuente de nuestra alegría, nuestro consuelo, nuestra esperanza mientras caminamos en la tierra y nuestra alegría permanente en la eternidad, resplandece de manera particular en el Sagrado Corazón: “Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad”.
[…] La devoción al Sagrado Corazón se encuentra más expuesta a distorsiones y malentendidos que cualquier otra devoción. Como dijo el Cardenal Newman, toda religión popular está desvirtuada de algún modo, y sus palabras se pueden aplicar especialmente a esta devoción sublime. Muchas imágenes devotas del Sagrado Corazón, y especialmente muchos himnos, tanto en la letra como en la melodía, hacen alarde de un sentimentalismo depauperado y presentan al Sagrado Corazón no solo privado del misterio sobrenatural sino insípido y mediocre desde el punto de vista natural.
Este gran secreto –el infinito amor de Dios por nosotros en Cristo– que es la fuente de nuestra alegría, nuestro consuelo, nuestra esperanza mientras caminamos en la tierra y nuestra alegría permanente en la eternidad, resplandece de manera particular en el Sagrado Corazón: “Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad”.
[…] La devoción al Sagrado Corazón se encuentra más expuesta a distorsiones y malentendidos que cualquier otra devoción. Como dijo el Cardenal Newman, toda religión popular está desvirtuada de algún modo, y sus palabras se pueden aplicar especialmente a esta devoción sublime. Muchas imágenes devotas del Sagrado Corazón, y especialmente muchos himnos, tanto en la letra como en la melodía, hacen alarde de un sentimentalismo depauperado y presentan al Sagrado Corazón no solo privado del misterio sobrenatural sino insípido y mediocre desde el punto de vista natural.
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