Quiero compartir con ustedes esta preciosa poesía de Horacio Martínez Briceño, sacerdote venezolano, que la compuso cuando era seminarista y alumno mío de teología.
Habla de Jesús, que siembra en nuestros corazones la semilla de su palabra, aunque a veces somos inconstantes y se nos olvidan sus enseñanzas. Por eso le pide su gracia, para que su palabra dé fruto abundante en nosotros.
Aprovecho para pedirles una oración por los novicios, seminaristas y personas que se preparan para consagrarse al Señor, para que perseveren en medio de las dificultades y cada día crezcan en su intimidad con Cristo.
En cada generación ha sido difícil servir al Señor con todo el corazón y con todas las fuerzas. Las contradicciones de hoy no son las de ayer, pero en cada época surgen dificultades y tentaciones para los que quieren servir a Cristo y a su Iglesia. Que nunca les falte nuestra oración y apoyo.
¡Oh sembrador incansable
de las Palabras divinas!,
que a mi corazón destinas
simiente tan adorable.
Yo la acojo favorable,
pero fenece entre espinas,
o la pisan los viandantes,
o la sofoca el calor.
Más si labras con tu amor
la misma tierra de antes
–¡Oh incansable sembrador!–
tendrás frutos abundantes.
de las Palabras divinas!,
que a mi corazón destinas
simiente tan adorable.
Yo la acojo favorable,
pero fenece entre espinas,
o la pisan los viandantes,
o la sofoca el calor.
Más si labras con tu amor
la misma tierra de antes
–¡Oh incansable sembrador!–
tendrás frutos abundantes.
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