Era médico y se sentía feliz con su trabajo y sus relaciones, pero sintió la presencia del Señor, como la Samaritana junto al pozo, y su vida cambió.
La hermana Olga nos comparte algo esencial: la vida de una carmelita es sencilla: consta de oración, fraternidad y trabajo. Lo esencial es mirar a Cristo y dejarse mirar por él, revistiéndose de sus sentimientos e imitando sus actitudes.
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