Espíritu que abrasas y consumes la escoria,
tú que aniquilas todo lo inútil y lo impuro
ciéganos con tu luz, ven y arrasa este mundo,
sucio de tantos siglos que lo surcan y agobian…
Se nos derrumba el suelo maltrecho y abrumado
bajo la carga inmensa del tiempo y del dolor.
Sana esta pobre tierra enferma de nosotros,
Sana esta pobre tierra enferma de nosotros,
de nuestro andar confuso que no sabe abrir rastros,
de nuestra eterna duda con su temblor constante,
de las vacilaciones que ahogan la semilla.
Desgaja, rompe, azota… Seremos leño dócil
Desgaja, rompe, azota… Seremos leño dócil
si quieres inflamarnos para prender tu hoguera.
Visítanos, al fin, con un viento de gracia
que aniquile y destruya para sembrar de nuevo.
Espíritu de Dios, quémanos las entrañas
Espíritu de Dios, quémanos las entrañas
con ese fuego oculto que corroe y devora.
Cuando solo seamos unos huesos ardientes
se iniciará en nosotros la gloria de tu reino.
Ernestina de Champourcín (1905-1999)
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