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lunes, 3 de enero de 2022

El santísimo nombre de Jesús. Historia y significado


El 3 de enero se celebra la fiesta del santísimo nombre de Jesús. ¿Cuál es el origen y el significado de esta celebración? En esta entrada lo explicamos.

En la Biblia, el nombre define a la persona. Los judíos pensaban que nombrar a una persona tenía la capacidad de hacerla presente de alguna manera.

Por eso, los judíos rezan a "A Hashem" (= El Nombre), porque el nombre de Dios es Dios mismo.

El nombre que Dios reveló a Moisés, no expresa tanto la esencia de Dios, cuanto su deseo de hacerse "nombrable" para el hombre, cercano a él.

El "tetragrama sagrado", que se escribe "YHWH " y se lee "Yavé" significa "Yo soy el que soy", el que existo, el que está a tu lado.

Esta revelación llega a plenitud en el uso que hace Jesús del "Yo soy" (la traducción del nombre divino), que en evangelio de san Juan aparece 33 veces en boca de Jesús, de las que 7 con importantes predicados: pan de vida (6,35), luz del mundo (8,12), puerta para la vida (11,9), buen pastor (11,1 1), resurrección y vida (11,25), camino, verdad y vida (146), vid verdadera (15,1). 

Así se manifiesta que Dios se ha hecho definitivamente accesible para los hombres. Su nombre ya no es solo un apelativo, sino que indica una presencia que escucha y habla al ser humano desde dentro de su historia. Dios se hace presente en Jesús de Nazaret.

Esto se manifiesta también con la revelación que hace el ángel del nombre de Jesús y de su significado en hebreo: "Jesúa" (= Yahvé salva. cf. Mt 1,21; Lc 1,31).

En el Nuevo Testamento y en los escritos de los santos padres se da mucha importancia al nombre de Jesús, hasta el punto de afirmar: "Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará" (Hch 2,21), porque "no hay bajo el cielo otro nombre por el que podamos alcanzar la salvación" (Hch 4,12).

En los manuscritos e inscripciones del siglo III en adelante, para referirse a Jesús se usa la abreviación "IHS" o "JHS", que son las dos letras iniciales y la última de "ΙΗΣΟΥΣ", es decir "Iesous" (= Jesús) en griego antiguo. 

En la Edad Media, en griego se siguió usando con el mismo sentido y en latín se reinterpretó como el acrónimo de "Iesus Hominum Salvator", que significa: "Jesús, salvador de los hombres".

Desde el siglo XIII, los dominicos erigieron asociaciones de fieles con el título de "Sociedad del santo nombre de Dios" y le dedicaron altares en sus templos.

El franciscano san Bernardino de Siena se servía en sus predicaciones de una tabla con el monograma del nombre de Jesús pintado (IHS en letras góticas, con una cruz sobre la H), rodeado por un sol con rayos. Por influencia suya, la ciudad de Siena lo adoptó como escudo. También se generalizó la costumbre de colocar este emblema en las puertas de los sagrarios.

San Ignacio de Loyola lo convirtió en el escudo de la compañía de Jesús.

Santa Teresa de Jesús lo usaba como sello y lo escribía al inicio de todas sus cartas.

El evangelio dice que "a los ocho días de su nacimiento lo circuncidaron y le pusieron el nombre de Jesús" (Lc 2,21). Ocho días después del 25 de diciembre es el 1 de enero.

El papa Inocencio VI estableció en 1721 una fiesta del nombre de Jesús para toda la Iglesia latina, el segundo domingo después de Epifanía. San Pío X la trasladó al primer domingo de enero (a no ser que coincidiera con el día de Epifanía, en cuyo caso se celebraba el 2 de enero). Después de desaparecer del calendario, la nueva edición del misal de 2002 la recuperó el 3 de enero.

Como vemos, la conmemoración del nombre de Jesús ha cambiado de fecha en varias ocasiones. Este es el motivo por el que algunos que se llaman Jesús y Manuel celebran su santo el día 1 de enero, otros el día 2 y otros el día 3.

Numerosas cofradías de España e Hispanoamérica siguen honrando el dulce nombre de Jesús, realizando cultos en su honor y sacando en procesión una imagen del Niño Jesús en este día o el domingo más cercano.

Los antiguos himnos de la fiesta provenían del hermoso poema de 50 estrofas "Iubilus de nomine Iesu", escrito en el siglo XI por san Bernardo de Claraval. En él afirma que ni las palabras escritas ni las habladas son capaces de explicar lo que es el amor de Jesús, porque solo la experiencia permite comprender lo que significa.

Esta es la oración colecta actual de la misa: «Dios Padre misericordioso, te pedimos que quienes veneramos el santísimo nombre de Jesús, podamos disfrutar en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el cielo. Él vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén».

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