domingo, 26 de octubre de 2025
Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso
Buenos días a todos. Después de quince días levantándonos entre las cinco y las seis de la mañana, hoy me he quedado en la cama hasta las siete. A estas horas ya he tendido la ropa de una lavadora y he puesto otra, dispuesto a retomar mi vida ordinaria. Pero, antes de hacerlo, quiero compartir con mis compañeros de peregrinación una reflexión.
Dice san Juan de la Cruz que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso” (2S 21,2). El santo carmelita nos recuerda con esta imagen que el amor de Dios es inagotable, pero nuestra capacidad de recibirlo es limitada. La fuente divina mana siempre, pero el vaso de nuestra alma puede estar roto, sucio o lleno de otras cosas. Por eso, el camino espiritual consiste en ensanchar el corazón, purificar los deseos y disponernos con humildad para acoger la gracia. No se trata de forzar a Dios a darnos más, sino de dejar que su agua viva encuentre en nosotros un cauce limpio y abierto, para que así él pueda saciar la sed más profunda del alma. Su gracia se ofrece siempre a todos, pero no siempre somos conscientes ni estamos bien dispuestos para recibirla.
Esto puede aplicarse a todos los ámbitos de la vida. Quienes hemos participado en la peregrinación a Roma con motivo del Año Jubilar hemos tenido la oportunidad de asistir a una audiencia con el papa, de visitar lugares de gran importancia histórica (Matera, Paestum, Herculano, el Coliseo y los foros de Roma), artística (los museos vaticanos, las plazas y fuentes romanas, iglesias) y espiritual (las catacumbas, las grandes basílicas, las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo). Hemos saboreado la rica cocina italiana (pastas variadas, risotto, pizzas, mariscos, dulces regados con prosecco), hemos contemplado paisajes admirables, realzados por los tonos del otoño, y hemos convivido con personas de distintas procedencias. La experiencia ha sido la misma para todos, pero cada uno la ha vivido a su manera. Según la disposición interior, habremos recibido más o menos, disfrutado más o menos, apreciado más o menos lo que hemos encontrado.
Pido al Señor que abra nuestros ojos para descubrir su presencia cercana en todos los momentos de la vida, para saber valorar lo positivo, disfrutar de todo lo bueno, pasar por alto los fallos (propios o ajenos) y concentrarnos en ser, cada día, un poco mejores. Amén. E.S.M.
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Doy gracias a Dios por vuestra experiencia de peregrinos, que, a través de sus escritos, P. Eduardo, también hemos podido compartirla a distancia. Un abrazo.
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