- Tiempo de gracia y de conversión.
- Tiempo de preparación para la Pascua.
- Tiempo de catequesis bautismal.
- Tiempo para el arrepentimiento y la reconciliación.
- Tiempo de esencialidad.
- Tiempo para dejarse abrazar por la infinita misericordia del Padre celestial.
La liturgia de estos días nos repetirá continuamente: «Este es el tiempo de la gracia, este es el día de la salvación». No desaprovechemos la ocasión. ¡Abramos de par en par las puertas a Cristo!
Pero, ¿cómo explicar a la gente de hoy que Dios quiere manifestarnos su ternura, pero no puede hacerlo si no le dejamos, ya que él respeta nuestra libertad y no obliga a nadie?
«Estoy a tu puerta llamando -dice el Señor-. Si me oyes y me abres, entraré y cenaremos juntos» (cf. Ap 3,20). Amén. Tengo las puertas abiertas para ti. Ven, Señor Jesús, entra en mi corazón, conviértelo en tu morada, bésame con los besos de tu boca (cf. Cant 1,1). Amén.
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