Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 11 de noviembre de 2021

San Martín de Tours


El Martirologio romano, en el elogio de hoy, dice: «Memoria de san Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nacido en Panonia de padres gentiles, siendo soldado en las Galias y aún catecúmeno, cubrió con su manto a Cristo en la persona de un pobre, y luego, recibido el bautismo, dejó las armas e hizo vida monástica en un cenobio fundado por él mismo en Ligugé, bajo la dirección de san Hilario de Poitiers. Después, ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, teniendo ante sus ojos el ejemplo del buen pastor, fundó en distintos pueblos otros monasterios y parroquias, adoctrinó y reconcilió al clero y evangelizó a los campesinos, hasta que fue al encuentro del Señor en Candes».

San Martín de Tours nació en la actual Hungría el año 316 y se educó en Pavía (Italia). Su padre lo ingresó en la guardia imperial romana cuando tenía 15 años.

Todos conocen que en una ocasión en que cabalgaba envuelto en su manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío y cortó su manto en dos, dando la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, que le sonreía y llamaba a seguirlo.

Después de este episodio se hizo bautizar y más tarde dejó el ejército. Fundó en Francia el primer monasterio de Europa (ya había monjes en Egipto y en Tierra Santa).

Fue consagrado obispo de Tours y se le puede considerar el gran evangelizador de Francia. Durante los 27 años que duró su episcopado evangelizó a los gentiles, dio consuelo a los cristianos, sirvió a los pobres y pacificó los pueblos.

Murió el año 397. Es el primer santo que recibió culto sin ser mártir.

Su contemporáneo Sulpicio Severo escribió su vida, que fue alimento espiritual para muchas generaciones de cristianos. 

Fue el santo más popular en la antigüedad, hasta el punto de que en Francia sigue habiendo 487 pueblos que llevan su nombre y 3.667 parroquias colocadas bajo su patronazgo. En Italia tiene más de 900 iglesias. Numerosos artistas de todos los siglos lo han representado en pinturas y esculturas.

También ha entrado en las costumbres y tradiciones del pueblo, que por san Martín acababa las siembras, podaba las viñas, pagaba los alquileres, empezaba a beber el vino nuevo y comenzaba las matanzas de los puercos en su fiesta. Por eso se dice que «a todo cerdo le llega su San Martín».

Además, aunque en Europa ya ha comenzado el frío, normalmente el clima mejora unos días por estas fechas, lo que es conocido como "el veranillo de san Martín" y se une al recuerdo del santo caminando sin su capa por los caminos.

Es el santo patrón de Buenos Aires, entre otras muchas ciudades. También de la guardia suiza papal.

En Flandes, Alemania, Austria y algunas zonas de Italia es costumbre hacer procesiones con farolillos en este día, en recuerdo del cortejo que acompañó su entierro. En Portugal es tradición organizar carreras de caballos en este día. En Malta los niños salen con bolsas a recoger frutas y dulces que les regalan los vecinos la víspera de la fiesta.

La iglesia de san Martín en la Trafalgar Square de Londres en el centro geográfico de la ciudad y un punto de referencia para los encuentros de los movimientos pacifistas, en recuerdo del santo que cambió las armas por los libros y oraciones.

Durante mucho tiempo, el Adviento comenzaba al día siguiente de san Martín (40 días antes de Navidad, como la Cuaresma comienza 40 días antes de Pascua), por lo que era tradición tener banquetes, comer dulces y hacer fiesta en este día, antes de comenzar los días austeros de la que era llamada "Cuaresma de invierno". Algunas de estas costumbres permanecen en muchos sitios.

En muchos lugares de América es llamado "San Martín Caballero".

Hablando de él, Benedicto XVI afirmó:

La Iglesia recuerda hoy, 11 de noviembre, a san Martín, obispo de Tours, uno de los santos más célebres y venerados de Europa. Nacido de padres paganos en Panonia, en la actualidad Hungría, en torno al año 316, fue orientado por su padre a la carrera militar. Todavía adolescente, san Martín conoció el cristianismo y, superando muchas dificultades, se inscribió entre los catecúmenos para prepararse al bautismo. Recibió el sacramento en torno a los 20 años, pero debió permanecer aún mucho tiempo en el ejército, donde dio testimonio de su nuevo estilo de vida: respetuoso y comprensivo con todos, trataba a su sirviente como a un hermano, y evitaba las diversiones vulgares.

Cumplido el servicio militar, se fue a Poitiers, en Francia, junto al santo obispo Hilario, que lo ordenó diácono y presbítero. Eligió la vida monástica y fundó, con algunos discípulos, el más antiguo monasterio conocido de Europa, en Ligugé. Alrededor de diez años después, los cristianos de Tours, que se habían quedado sin pastor, lo aclamaron como su obispo. Desde entonces san Martín se dedicó con ardiente celo a la evangelización de las zonas rurales y a la formación del clero.

Aunque se le atribuyen muchos milagros, san Martín es famoso sobre todo por un acto de caridad fraterna. Siendo aún un joven soldado, encontró en su camino a un pobre aterido y temblando de frío. Tomó entonces su capa y, cortándola en dos con la espada, le dio la mitad a aquel hombre. Durante la noche se le apareció en sueños Jesús, sonriente, envuelto en aquella misma capa.

Queridos hermanos y hermanas, el gesto caritativo de san Martín se inscribe en la misma lógica que impulsó a Jesús a multiplicar los panes para las multitudes hambrientas y, sobre todo, a entregarse él mismo como alimento para la humanidad en la Eucaristía, signo supremo del amor de Dios, Sacramentum caritatis. Es la lógica de la comunión, con la que se expresa de modo auténtico el amor al prójimo.

Que san Martín nos ayude a comprender que solamente a través de un compromiso común de solidaridad es posible responder al gran desafío de nuestro tiempo: construir un mundo de paz y de justicia, en el que todos los hombres puedan vivir con dignidad. Esto puede suceder si prevalece un modelo mundial de auténtica solidaridad, que permita garantizar a todos los habitantes del planeta el alimento, el agua, la asistencia médica necesaria, pero también el trabajo y los recursos energéticos, así como los bienes culturales, el saber científico y tecnológico.

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