Oremos a Cristo para que nos dé su Espíritu, que tanto necesitamos: Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que nos capacita para seguir tus pasos y vivir el evangelio. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que guio tu camino desde la concepción hasta el calvario. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que acompañó tu crecimiento en estatura, gracia y sabiduría, en los años sencillos de Nazaret. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que te orientó hacia el desierto para vencer al tentador antes de comenzar tu ministerio. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que te sostuvo en el anuncio del Reino. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que te alentó en tu hora definitiva y que nos entregaste en la cruz. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
- El Espíritu que te resucitó del sepulcro y te llenó de gloria. Danos tu Espíritu, Señor de la Vida.
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Oremos al Señor Jesús, para que lleve a plenitud su obra salvadora en nosotros, enviando el Espíritu Santo a nuestros corazones.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que podamos superar nuestras ataduras, nuestros miedos, nuestras cobardías.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que caminemos hacia una libertad más verdadera y respetuosa de nuestros hermanos.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que todos admiremos la belleza de tu creación y cuidemos de todos los seres.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que descubramos las señales de tu presencia en el mundo y en la historia de los hombres.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que defendamos la vida humana, todas las vidas humanas, sin descartar a nadie.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que sepamos descubrirte en el débil y en el que sufre y para que seamos generosos en socorrerlo.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que seamos constructores de paz, de amistad, de comunidad, de relaciones sinceras.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que llevemos tu luz allí donde hay oscuridad y tu reconciliación donde haya odio.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que pongamos al servicio de los demás los dones que hemos recibido de ti.
- Envíanos tu Espíritu, Señor, para que trabajemos por la unidad de la Iglesia y la reconciliación de todos en la sociedad.
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Invoquemos al Espíritu con esta preciosa traducción-paráfrasis de la secuencia de Pentecostés, realizada por el beato Francisco Palau, o.c.d. (1811-1872):
¡Oh Espíritu divino!
descended de las alturas,
dad a vuestras criaturas
un rayo de vuestra luz.
De los pobres Padre tierno,
dador de inefables dones,
y de nuestros corazones
–venid– refulgente luz.
Huésped dulce de las almas,
consolador bondadoso,
en las fatigas reposo
y calma en la agitación.
Vos entre el deshecho llanto,
de este valle de amargura
solaz sois. Vos sois segura,
dulce paz del corazón.
¡Oh luz pura e inefable,
más radiante que la aurora!
Del pueblo fiel que os adora
los corazones llenad.
Sin vuestro numen sagrado
el hombre es un puro nada,
es su herencia malhadada
la ignorancia y la maldad.
De los pechos que os invocan
sanad las llagas profundas,
borrad sus manchas inmundas,
regadlos en la aridez.
En sus locos extravíos
guiadlos rectos al cielo,
derretid su duro hielo
y doblad su rigidez.
Y de vuestros siete dones
la inestimable fragancia
derramad con abundancia
sobre vuestro pueblo fiel.
Que en Vos, puesta su confianza,
de la virtud pide el mérito,
de la salvación el éxito,
y el gozo perpetuo. Amén.
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Pidamos al Espíritu Santo que venga a nuestras vidas y las renueve con su gracia:
Ven, Espíritu Santo:
Quedan aún muchos muros
que han de ser derribados
y faltan aún muchos puentes
que han de ser construidos.
Tú, que creas la unidad
respetando la diversidad,
concédenos la reconciliación y la paz.
Ven, Espíritu Santo:
No somos verdaderos hermanos,
no conocemos el nombre
ni del que está a nuestro lado;
aún no sabemos hablar
lenguas que todos entiendan,
y hay mucha violencia en nuestras vidas.
Ven, Espíritu Santo:
Enséñanos a orar como conviene,
ayúdanos a ser discípulos de Jesús,
a escuchar con fe sus palabras
y a ponerlas en práctica.
Graba en nosotros
la imagen viva de Cristo.
Ven, Espíritu Santo:
sé nuestro mejor perfume,
nuestra alegría más auténtica,
nuestra fuente inagotable de vida,
nuestro sol y nuestra hoguera,
nuestro aliento y nuestra fuerza,
nuestro amigo y consejero.
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