Se podría pensar que el Antiguo Testamento no tiene nada que decirnos sobre la Virgen María, ya que se escribió en su totalidad antes de que ella naciera. Pero no debemos olvidar que toda la Biblia corresponde a un plan eterno de Dios, realizado en el tiempo y que las etapas antiguas lentamente van preparando las más recientes, por lo que las intervenciones de Dios se iluminan entre sí: el Antiguo Testamento prepara la revelación del Nuevo (y nos ayuda a comprenderlo) y el Nuevo da luz para interpretar el Antiguo.
Estas ideas ya están presentes en la Biblia, en la que las palabras «eikon» (imagen), «typos» (figura), «parabole» (símbolo), «paradeigma» (ejemplo) y otras similares son utilizadas para hablar de las personas y acontecimientos del Antiguo Testamento que preparaban el Nuevo:
- Adán es figura de Cristo (Rom 5,14).
- Los acontecimientos del Éxodo «son figuras que nos conciernen a nosotros» (1Cor 10,6).
- La destrucción de Sodoma «es un ejemplo para los impíos venideros» (2Pe 2,6).
- Agar y Sara son imagen de las dos alianzas (Gál 4,24).
- El reposo en la tierra prometida es promesa del verdadero reposo en el que nos introduce Cristo (Heb 4,9s)
- En el diluvio, ocho personas fueron salvadas a través del agua. «A esta corresponde ahora el bautismo que os salva» (1Pe 3,21), etc.
¿Cómo podríamos comprender el misterio de Cristo si no conociéramos los textos hebreos que hablan del cordero pascual, de la serpiente de bronce elevada por Moisés en el desierto, de la fiesta del "Yom Kippur" (o de la expiación), del maná en el desierto, del siervo de Yavé, etc.?
Jesús mismo afirma que las figuras de Jonás y Salomón nos ayudan a comprender su misterio (Mt 12,39-42) y explicó a los discípulos de Emaús todo lo que se refería a él «en la Ley y los profetas», ayudándoles a comprender su pasión y muerte a la luz de las Escrituras (Lc 24,25-27).
Siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia ha iluminado siempre el Nuevo Testamento con textos, instituciones y acontecimientos del Antiguo.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica así estas cosas:
«La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos, y después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en la Antigua alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado.
Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo Testamento. Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él. Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo (S. Agustín).
La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divino cuando "Dios sea todo en todos" (1Cor 15,28). Así la vocación de los patriarcas y el Éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias» (Catecismo 128-130).
Los textos de la nueva alianza no pueden entenderse sin sus referencias a la antigua alianza, que fue preparación, anticipo y promesa de lo que había de venir. Para transmitirnos su mensaje, los autores del Nuevo Testamento utilizan las expresiones e imágenes con las que están más familiarizados: las de su cultura. Por eso, hemos de estudiar juntas las unas y las otras.
Por distintos motivos, varias mujeres del Antiguo Testamento pueden ser consideradas «figuras» (es decir: imagen, anuncio, anticipo o promesa) de María: Eva, Sara, Débora, Jael, Ruth, Judit, Esther, la esposa del Cantar de los cantares…
Lo mismo podemos decir de otras realidades: Jerusalén (ciudad personificada en la hija de Sión), al arca de la alianza (en la que Dios se hacía presente), la zarza que ardía sin consumirse, el vaso lleno de maná, el velloncino de Gedeón, la roca que se desprendió de la montaña sin intervención humana, la nubecilla de Elías… Algunas de estas imágenes las usamos en las letanías: Arca de la nueva alianza, Torre de David, Estrella de la mañana…
El Catecismo de la Iglesia Católica explica así estas cosas:
«La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos, y después constantemente en su tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en la Antigua alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado.
Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Esta lectura tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo Testamento. Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá constantemente a él. Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo (S. Agustín).
La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divino cuando "Dios sea todo en todos" (1Cor 15,28). Así la vocación de los patriarcas y el Éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias» (Catecismo 128-130).
Los textos de la nueva alianza no pueden entenderse sin sus referencias a la antigua alianza, que fue preparación, anticipo y promesa de lo que había de venir. Para transmitirnos su mensaje, los autores del Nuevo Testamento utilizan las expresiones e imágenes con las que están más familiarizados: las de su cultura. Por eso, hemos de estudiar juntas las unas y las otras.
Por distintos motivos, varias mujeres del Antiguo Testamento pueden ser consideradas «figuras» (es decir: imagen, anuncio, anticipo o promesa) de María: Eva, Sara, Débora, Jael, Ruth, Judit, Esther, la esposa del Cantar de los cantares…
Lo mismo podemos decir de otras realidades: Jerusalén (ciudad personificada en la hija de Sión), al arca de la alianza (en la que Dios se hacía presente), la zarza que ardía sin consumirse, el vaso lleno de maná, el velloncino de Gedeón, la roca que se desprendió de la montaña sin intervención humana, la nubecilla de Elías… Algunas de estas imágenes las usamos en las letanías: Arca de la nueva alianza, Torre de David, Estrella de la mañana…
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