En la Edad Media, los cruzados identificaron Emaús con "Al Qubeibeh", una población a 11 km. de Jerusalén, hoy en los Territorios Palestinos. El lugar fue comprado por una marquesa en el siglo XIX y regalado a los franciscanos, que construyeron un convento y una iglesia. Las excavaciones arqueológicas han encontrado los restos de varios edificios medievales.
En 1878, cuando santa Mariam de Jesús Crucificado, fundadora de las carmelitas descalzas de Belén, se dirigía a Nazaret para fundar allí un nuevo monasterio, al pasar por un campo abandonado cerca de la aldea de Amuás, sintió que allí se encontraba el Emaús de los evangelios y convenció a una amiga para que comprara los terrenos y los regalara a las carmelitas.
Por entonces, en aquel lugar abandonado no había nada; pero, cuando comenzaron las excavaciones arqueológicas, descubrieron los restos de la ciudad judía, romana y bizantina, con dos basílicas paleocristianas, la casa del obispo, restos de monasterios, enterramientos, inscripciones y mosaicos que identifican el lugar con la Emaús de los evangelios.
En 1930 se estableció allí una comunidad de frailes de Betaram. Desde 1993 la Comunidad de las bienaventuranzas atiende el lugar. Esta es su capilla para la oración.
Tumbas judías del siglo I excavadas en la roca, con una puerta sobre la que se hacía rodar una piedra, para sellarlas.
Basílica bizantina del siglo VI con elementos del siglo IV y añadidos y transformaciones de los siglos posteriores.
En un rincón de las ruinas de la basílica hay un icono de Jesucristo y los discípulos de Emaús.
Entrada al convento, que conserva un museo con restos arqueológicos encontrados en las excavaciones.
Mosaicos paleocristianos del siglo IV.
Baptisterio paleocristiano con pila en forma de cruz, a la que descendían los candidatos. Los hay similares en muchas basílicas de los siglos IV y V, como en Kelibia y Sbeitla (Túnez), Tipassa (Argelia), Agia Trias (Chipre), Éfeso (Turquía), Agliati (Italia), etc.
Cerca se encuentra el monasterio trapense de Latrún, famoso en Israel por su producción de vino, aceite y cereales en los campos de la abadía.
La iglesia del monasterio impresiona por su bella arquitectura desnuda, limpia de otros adornos, algo típico de la tradición cisterciense. (Los trapenses son los cistercienses de la estrecha observancia).
El austero claustro del monasterio.
El cementerio de los monjes, detrás de la iglesia.
Los monjes tienen una pequeña tienda, en la que comercializan sus productos.
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