Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

sábado, 30 de julio de 2022

Todos queremos más. Canta el argentino Alberto Castillo


La Tierra, nuestra casa común, manifiesta signos de debilidad y agotamiento incluso, por causa de nuestra codicia. Hemos de ser conscientes de que los recursos naturales no son ilimitados y usarlos bien.  La codicia es el afán excesivo de acumular cosas, incluso usando medios ilícitos para ello.

La Biblia invita a trabajar para ganarnos el pan y todo lo necesario. El deseo de mejorar en la vida es bueno, pero el egoísmo y la avaricia no lo son. San Pablo enseña que la codicia es la raíz de todos los males (1Tim 6,10).

¿Qué lleva a algunas personas que tienen todo lo que necesitan y mucho más a estar perennemente insatisfechas, queriendo más y más y más?

Si lo pensamos bien, tal como enseña san Juan de la Cruz, nuestro corazón tiene capacidad de infinito, por eso no se llenará nunca por muchas cosas que tengamos. Solo Dios puede llenarlo.

Esta canción nos lo recuerda con humor: Todos queremos más... pero no nos olvidemos que tenemos corazón y ese no se llena con las cosas, por muchas que tengamos.

Todos queremos más,
todos queremos más,
todos queremos más
y más y más y mucho más.

El pobre quiere más,
el rico mucho más,
y nadie con su suerte
se quiere conformar.

El que tiene un peso
quiere tener dos,
el que tiene cinco
quiere tener diez,
el que tiene veinte
busca los cuarenta,
y el de los cincuenta
quiere tener cien.

Todos queremos más,
todos queremos más,
todos queremos más
y más y más y mucho más.

La vida es interés,
el mundo es ambición,
pero no hay que olvidarse
que uno tiene un corazón.

El que tiene un peso
quiere tener dos,
el que tiene cinco
quiere tener diez,
el que tiene veinte
busca los cuarenta,
y el de los cincuenta
quiere tener cien.

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