El profeta Elías es el padre espiritual del Carmelo. En la foto se le puede ver representado en un cuadro del monasterio Stella Maris en el Monte Carmelo, entre Eliseo y Juan Bautista. En esta entrada les presento la oración de la mañana para el día de su fiesta.
El Carmelo celebra hoy al profeta Elías, el hombre que caminó siempre en la presencia de Dios. Su nombre, que significa «Yahvé es mi Dios», expresa su carácter y su función en la historia bíblica como defensor de los derechos del único Dios verdadero, derechos que vindicó en público desafío celebrado en el monte Carmelo. Poco después, en el monte Horeb, tuvo la experiencia íntima de la trascendencia de Dios. La Biblia describe su fin misterioso como un rapto en un carro de fuego. En la transfiguración de Jesús en el Tabor, Elías aparece como el representante de los profetas. Los ermitaños que iniciaron la vida monástica en honor de la Virgen María en las laderas del monte Carmelo, a finales del siglo XII, tomaron como modelo de su vida al profeta Elías y a la Virgen María.
— Señor, ábreme los labios.
— Y mi boca proclamará tu alabanza.
Profeta de la llama y de la altura,
testigo del Dios vivo y transparente
que hace brotar un agua de ternura
y un huracán del fuego incandescente.
Sobre la cima del Carmelo, ilesa
sube en brisa y cristal la nubecilla.
Se abre una lluvia fértil de promesa
y esboza una Rosa sin mancilla.
Y adora Elías el azul vestigio
de una Virgen y Madre. De la bruma
del poderoso mar subió el prodigio
hecho maternidad desde la espuma.
Por el rostro de fuego del Profeta
cruzó un viento de sueño y profecía.
La llanura del mar, amarga y quieta,
alumbró el limpio gozo de maría. Amén.
INVITATORIO
Antífona: Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.
(Salmo 66. Que todos los pueblos alaben al Señor)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Antífona: Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
Antífona: Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe.
Antífona: Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: Venid, adoremos al Dios vivo, que nos habló por los profetas.
HIMNO
Profeta de la llama y de la altura,
testigo del Dios vivo y transparente
que hace brotar un agua de ternura
y un huracán del fuego incandescente.
Sobre la cima del Carmelo, ilesa
sube en brisa y cristal la nubecilla.
Se abre una lluvia fértil de promesa
y esboza una Rosa sin mancilla.
Y adora Elías el azul vestigio
de una Virgen y Madre. De la bruma
del poderoso mar subió el prodigio
hecho maternidad desde la espuma.
Por el rostro de fuego del Profeta
cruzó un viento de sueño y profecía.
La llanura del mar, amarga y quieta,
alumbró el limpio gozo de maría. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: ¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo!
(Salmo 62. El alma sedienta de Dios)
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: ¡Vive el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo!
Antífona 2: Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.
(Dan 3,57-88. Toda la creación alabe al Señor)
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 2: Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar.
Antífona 3: Siento pasión por la causa del Señor, Dios del universo.
(Salmo 149. Alegría de los santos)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos.
Para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Siento pasión por la causa del Señor, Dios del universo.
LECTURA (2Pe 1,19-21)
Tenemos confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones, pero sabiendo, sobre todo, lo siguiente: que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu, hablaron los hombres de parte de Dios.
RESPONSORIO
— Me saciaré, Señor, * cuando aparezca tu gloria.
— Me saciaré, Señor, * cuando aparezca tu gloria.
— Me saciaré de tu semblante.
— * Cuando aparezca tu gloria.
— Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
— Me saciaré, Señor, * cuando aparezca tu gloria.
BENEDICTUS
Antífona: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que se reconozca hoy que tú eres Dios de Israel y que yo soy tu servidor».
(Lc 1,68-79. Cántico de Zacarías: El mesías y su precursor)
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que se reconozca hoy que tú eres Dios de Israel y que yo soy tu servidor».
PRECES
A Dios, nuestro Padre, que habiéndonos hablado en otro tiempo por los profetas, hoy nos habla por el Hijo, y en él quiere unir a todos los hombres, supliquémosle:
— Señor, atráenos hacia ti.
Señor, que te revelaste al profeta Elías en la soledad y en el silencio,
― concédenos alejar de nosotros todo lo que impide oír tu voz y vivir en tu presencia.
Señor, que apagaste la sed de Elías con el agua del torrente Querit,
― concédenos beber en las fuentes vivas de la caridad y de la contemplación.
Señor, que vigorizaste con tu fuerza a Elías en su camino hacia el monte Horeb,
― concédenos que, robustecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, caminemos siempre a tu encuentro.
Señor, que te manifestaste a Elías en el susurro de la brisa,
― enséñanos a acoger las inspiraciones del Espíritu Santo en silencio y disponibilidad.
Señor, que suscitaste a Elías como un fuego e hiciste que ardiera en el celo de tu gloria,
― danos que, abrasados por el fuego de tu amor, sirvamos con operante efectividad a la Iglesia y a nuestros hermanos.
Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor:
— Padre nuestro…
ORACIÓN
Señor, Dios de nuestros padres en la fe, que concediste al profeta Elías vivir siempre en tu presencia, inflamado por el celo de tu gloria; concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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