Su nombre significa «Ciudad de paz». Fue un asentamiento cananeo desde el tercer milenio a. C. (y en guerras continuas desde entonces). Melquisedec fue su rey en tiempo de Abrahán. David la arrebató a los jebuseos y estableció allí la capital. Salomón construyó el primer templo.
Destruida por los babilonios el 587 a. C. y reconstruida al regreso del exilio, cae después en manos de los griegos, alcanza cierta independencia con los macabeos y es ocupada por los romanos el 63 a. C. Herodes el grande construyó el templo que conoció Jesús (hoy solo queda el muro de las lamentaciones, que eran los cimientos).
Después de morir Jesús, Jerusalén ha sido conquistada 11 veces y destruida totalmente 5.
Los judíos se sublevaron y fue arrasada el año 70 d. C. por los romanos. En el s. II, el emperador Adriano construyó sobre sus ruinas una nueva ciudad, totalmente pagana, a la que llamó «Aelia Capitolina».
A partir del 313, el emperador Constantino edificó grandes basílicas, a la que se añadieron numerosos templos y monasterios bizantinos en los siglos posteriores.
Cayó en manos de los árabes musulmanes el 637, fue reconquistada por los cruzados el 1099, pasando a manos de los egipcios musulmanes en 1187. Los turcos la conquistaron en 1516 (de entonces provienen sus actuales murallas). Desde 1917 fue la capital de Palestina bajo mandato británico.
Con la creación del estado de Israel en 1948, Israel se quedó con la parte nueva y Jordania la vieja. Tras la guerra de los seis días (1967) fue totalmente ocupada por los israelitas, que la convirtieron en su capital «eterna e indivisible» en 1980. Los palestinos también la quieren por capital «eterna e indivisible». La ONU la ha declarado en varias ocasiones ciudad internacional, sin que nadie haga caso.
En ningún lugar del mundo se ha rezado tanto y en ningún lugar del mundo se ha derramado tanta sangre. Aquí queda al descubierto lo mejor y lo peor de la humanidad, invitándonos a hacer una opción: o el hombre viejo (el primer Adán, la «carne», la violencia, la ley del más fuerte, los instintos) o el hombre nuevo (el segundo Adán –que es Cristo–, el «espíritu», la reconciliación, la misericordia).
En la explanada del Templo se conservan dos grandes mezquitas: la mezquita dorada de Omar o cúpula de la roca, de finales del s. VII, y la de Al-Aqsa, del s. VIII (reestructurada en el s. XI y ampliada y embellecida en el s. XX). En la primera hay una piedra, que en la tradición judía se identifica con el antiguo monte Moria, donde Adán habría sido modelado, Abrahán habría ofrecido a su hijo Isaac, sobre el que posteriormente se habría levantado el altar de los sacrificios del templo y desde el que Mahoma habría subido al cielo en una visión. Por la situación política el acceso es difícil para los no musulmanes y limitado a algunas horas por la mañana en días concretos.
El llamado «muro de las lamentaciones», en hebreo lo llaman «kotel», ‘muro’ (occidental), era un muro de contención de la explanada del templo, construido en tiempo del rey Herodes.
El resto de la ciudad está llena de ruinas arqueológicas y de monumentos históricos (el cardo romano, iglesias, sinagogas, mezquitas, palacios, museos...).
Desde el monte de los Olivos se puede contemplar una hermosa vista panorámica de la ciudad. Allí están las iglesias del Dominus Flevit, de la Agonía, del Pater Noster, de la Ascensión, la iglesia rusa de Santa María Magdalena, la griega de la Tumba de la Virgen, etc. Las llamadas «tumbas de los profetas» y los cementerios judíos le dan una estampa inolvidable.
En el monte Sión (hoy fuera de las murallas del s. XVI, aunque en la antigüedad dentro del recinto amurallado) se hallan la tumba de David (cerca, en el cementerio católico está la tumba de Schindler y un monumento a los muertos del Holocausto), el cenáculo (que es el coro de un templo construido por los cruzados sobre el lugar de la Última Cena, de Pentecostés y de las reuniones de la Iglesia primitiva), la iglesia de san Pedro in Galicantu (construida sobre la casa de Caifás y cárcel de Jesús, donde Pedro lo negó tres veces) y la abadía benedictina de la Dormición de la Virgen.
Dentro de las murallas se distinguen cuatro barrios: el musulmán, el judío, el cristiano y el armenio. La Vía Dolorosa recorre el barrio musulmán y concluye en el corazón del barrio cristiano: la iglesia del Santo Sepulcro.
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