En los textos bíblicos que leemos estos días en la liturgia, el Señor nos invita a la vigilancia, a velar, a estar preparados para acogerle cuando él se manifieste.
El profeta Isaías afirma que el Señor viene para establecer el reino de la paz y de la armonía universal, tal como representa este cuadro de William Strutt, en el que un niño con una palma en la mano camina junto a varios animales salvajes y domésticos:
"Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar" (Is 11,6-9).
Todos los hombres de todos los pueblos están invitados a participar de ese reino que Jesús nos trae: "Allí se dirigirán los gentiles y llegarán pueblos numerosos" (Is 2,2-3).
Cada vez que somos acogedores y respetuosos con los demás y con la naturaleza, estamos preparando la manifestación del reino. Cuando somos constructores de paz y de reconciliación, estamos preparando la venida final del mesías. Si sabemos descubrir la presencia amorosa de Cristo en todas las cosas, nos estamos disponiendo para su manifestación definitiva.
Mientras lo esperamos anhelantes, cantemos con el salmista: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!" (Sal 122,1). No nos cansemos de caminar a su encuentro y de permanecer vigilantes para descubrir su presencia entre nosotros cada vez que nos visita.
Todos los hombres de todos los pueblos están invitados a participar de ese reino que Jesús nos trae: "Allí se dirigirán los gentiles y llegarán pueblos numerosos" (Is 2,2-3).
Cada vez que somos acogedores y respetuosos con los demás y con la naturaleza, estamos preparando la manifestación del reino. Cuando somos constructores de paz y de reconciliación, estamos preparando la venida final del mesías. Si sabemos descubrir la presencia amorosa de Cristo en todas las cosas, nos estamos disponiendo para su manifestación definitiva.
Mientras lo esperamos anhelantes, cantemos con el salmista: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!" (Sal 122,1). No nos cansemos de caminar a su encuentro y de permanecer vigilantes para descubrir su presencia entre nosotros cada vez que nos visita.
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