Oración de la mañana en la fiesta de san Juan de la Cruz, tal como la recoge el breviario del Carmelo descalzo, por si alguien quiere unirse a nosotros.
Invitatorio
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
- Venid adoremos a Cristo, Palabra única del Padre.
Himno
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado,
oh prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
Deténte, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran tus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura,
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura. Amén.
Salmodia
Antífona 1. En verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador.
Salmo 62
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1. En verdad: tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador.
Antífona 2. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Cántico Dan 3,57-88.56
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor;
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor;
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor;
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor;
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor;
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor;
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor;
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor;
Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor;
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor;
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Antífona 2. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Antífona 3. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con cánticos espirituales.
Salmo 149
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con cánticos espirituales.
Lectura 2Cor 3,17-18
Responsorio
R/. Brillará tu luz en las tinieblas, * Tu oscuridad se volverá mediodía.
V/. Y el Señor llenará tu alma de claridades.
R/. Tu oscuridad se volverá mediodía.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Brillará tu luz en las tinieblas, * Tu oscuridad se volverá mediodía.
Benedictus
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.
Preces
Aclamemos a Jesucristo, Cabeza y Esposo de la Iglesia, que hoy nos colma de alegría con la fiesta de san Juan de la Cruz, y digámosle:
― Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Palabra única de Dios, hablada desde siempre en eterno silencio y acogida en el seno de la Virgen al llegar la plenitud de los tiempos,
― enséñanos hoy a escuchar tu palabra en la intimidad del corazón, y a cumplirla y manifestarla con nuestras obras.
Sabiduría del Padre, que nos mostraste el exceso de tu amor en el anonadamiento de la encarnación y de la cruz,
― otorga a cuantos has redimido con tu sangre vivir en permanente comunión contigo.
Imagen del Padre, en quien se nos han revelado esplendorosamente los misterios del amor eterno,
― haz que, impulsados por tu Espíritu, caminemos con resplandor creciente hasta tu luz inaccesible.
Gozo supremo del Padre, por quien Dios mira propicio a los hombres,
― haznos perfectos y compasivos como el Padre cielo.
Primogénito de toda criatura, por quien el Padre creó y recreó con sabiduría y amor todas las cosas,
― enséñanos a elevarnos de la belleza del mundo visible hasta tu hermosura invisible.
Concluyamos nuestra alabanza matutina con la oración que nos enseñó el Señor: Padre nuestro...
Oración
Señor Dios nuestro, que hiciste de san Juan de la Cruz, nuestro Padre, un modelo de abnegación evangélica y un perfecto amador de Cristo crucificado; concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, lleguemos hasta la contemplación eterna de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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