Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 24 de abril de 2020

El descenso de Cristo a los infiernos


Vamos a tratar de una de las afirmaciones del Credo menos entendidas y peor interpretadas, esencial para comprender las celebraciones de la Pascua: el descenso de Cristo a los infiernos. No basta con mantener los enunciados antiguos; hay que entenderlos, interpretarlos, traducirlos. Intentemos explicarlo.


Los judíos consideraban que los muertos descendían a un lugar donde pervivían, rehenes de Satanás, en espera del juicio. A este lugar lo llamaban Sheol (en hebreo), Hades (en griego), Infernus (en latín). 


Por eso, cuando los primeros cristianos dicen que Jesús «descendió a los infiernos», quieren decir que murió de verdad, como cualquier ser humano. 

Afirmar la muerte de Jesús era una defensa de la autenticidad de la encarnación (para los herejes, ambas eran aparentes) y de la redención. El Hijo de Dios se hizo hombre con todas las consecuencias, participando también del sufrimiento y de la muerte, como todos los seres humanos.

La Iglesia cree que Jesús verdaderamente se hunde en el mundo de los muertos, del desamparo, «desciende a los infiernos», tal y como reza el llamado «Credo de los apóstoles». Vive la experiencia de la muerte en su totalidad.

Además, los Padres de la Iglesia dicen que Cristo descendió al lugar de los muertos para anunciar la salvación también a todos los que habían muerto antes de su venida a la tierra, para abrirles las puertas de la salvación.

Así lo explica una homilía del s. II que se lee hasta el presente en el oficio de lecturas del Sábado Santo: «El Dios hecho hombre ha despertado a los que dormían desde hace siglos, ha puesto en movimiento a la región de los muertos. En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; va a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él. El Señor hace su entrada donde están ellos y ordena a todos los que estaban en cadenas: “Salid”, a los que estaban en tinieblas: “Sed iluminados”, y a los que estaban adormilados: “Levantaos”».


Esto se expresa magníficamente en el “icono del descenso de Cristo a los infiernos”, que hemos explicado en esta entrada.

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