jueves, 2 de abril de 2020
Todo es gracia
Estos días de pandemia y de confinamiento obligado, cada uno saca de su corazón lo que lleva en él. Hay personas buenas, que siguen sirviendo al Señor y a los hermanos con todas sus fuerzas y hay quienes siembran inquietud y malestar con sus quejas continuas y comentarios negativos.
Es triste, pero comprensible que esto suceda en la sociedad civil, con las manipulaciones de algunos políticos, que defienden sus ideologías antes que el bien de los ciudadanos.
Incluso uno se espera las acusaciones de algunos evangélicos, con la acostumbrada canción de que la Iglesia católica es muy rica y debería dar sus bienes a los pobres.
Es inútil recordarles que los bienes artísticos e históricos de la Santa Sede son inalienables y que en el tratado de Letrán (por el que se creó el estado Vaticano) se especifica que no pueden venderse ni salir de Italia.
Les pasa lo que a Judas, que se escandalizó por el perfume derramado a los pies de Jesús, "pero no le preocupaban los pobres" (Jn 12,6). Solo necesitaba una excusa.
Mi comunidad es sencilla, pero seguimos haciendo el reparto de alimentos a las familias necesitadas (hoy vendrán a recogerlos las 80 familias a las que atendemos semanalmente). Los mercedarios, que son la parroquia de al lado de la nuestra, siguen repartiendo alimentos para 400 familias necesitadas. Estos solo son dos ejemplos de los muchos que podrían citarse.
Lo que es desconcertante es que también suceda en el seno de la Iglesia. Normalmente no veo la televisión (ni antes ni ahora), por lo que me ahorro muchos malos ratos, pero me duelen los comentarios tóxicos en internet de algunas personas que se dicen católicas.
En mi cuenta de facebook y en la del santuario de santa Teresita, hay personas que proponen que se hagan misas públicas y se lamentan porque no pueden participar en los sacramentos. Nos acusan de falta de fe y cosas similares.
Un obispo mexicano ha llegado a afirmar que esta enfermedad es un castigo de Dios por el aborto y los pecados sexuales. Otro obispo (creo que eslovaco, pero ahora no recuerdo y no tengo ganas de ir a averiguar de dónde exactamente) se ha atrevido a sugerir que es un castigo de Dios por los abusos litúrgicos y que el papa debería hacer un acto de desagravio por el sínodo del Amazonas.
No sé qué imagen de Dios tienen estas personas, pero ciertamente no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que tiene entrañas de misericordia y se solidariza con los que sufren. Recordemos las palabras de santa Teresita: «Mi camino es todo de confianza y de amor, no comprendo a las almas que tienen miedo de un tan tierno amigo» (Cta 226).
Les recomiendo la lectura del artículo «Siempre veo el lado bueno de las cosas». Afrontar la enfermedad con Teresa de Lisieux. Pueden consultarlo aquí.
En su enfermedad, manifestó: «Sin duda es una gracia muy grande recibir los sacramentos; pero cuando Dios no lo permite, también está bien, todo es gracia».
Lo mismo vemos en el texto de santa Isabel de la Trinidad que recogemos al inicio de esta entrada: «Dios no tiene necesidad del sacramento para venir a mí».
San Juan de la Cruz estuvo nueve meses en la cárcel, sin poder celebrar los sacramentos, y allí tuvo las experiencias más altas de unión con Cristo y compuso sus hermosas poesías.
La Iglesia católica de Corea no tuvo sacerdotes que celebraran los sacramentos durante cien años, pero los cristianos se mantuvieron firmes en la fe.
Hoy mismo hay muchos católicos que viven en países musulmanes, o están en la cárcel, o en el hospital, o en poblaciones aisladas y no pueden participar en los sacramentos.
Recordemos que los sacramentos son los medios ordinarios para recibir la gracia de Dios, pero él se hace presente de muchas otras formas en las circunstancias extraordinarias.
Aquí se trata de fe, no de otras cosas. ¿Tengo fe en que el Señor está con nosotros todos los días?, ¿sé descubrir su presencia amorosa junto a mí también en los momentos de dificultad?, ¿estoy dispuesto a colaborar con él en la construcción de un mundo mejor, sembrando rosas y no cardos a mi paso?
Aprovechemos este tiempo de encerramiento obligado para orar y para leer cosas que nos ayuden a crecer, dejando de lado todo lo demás.
Yo, por mi parte, estoy escribiendo un libro sobre las enseñanzas de san Juan de la Cruz, además de cocinar y otras cosas necesarias, por supuesto.
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