Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 13 de junio de 2019

Corinto (Grecia)


El CANAL DE CORINTO une el mar Egeo con el mar Jónico y separa la península del Penopoleso del resto de la Grecia continental. Fue proyectado por Periandro, a finales del siglo VII a.C. más tarde intentaron realizarlo Julio César y Nerón, pero se pararon las obras. Finalmente, fue escavado en el siglo XIX. Tiene 6.300 m. de longitud, 24,60 m. de anchura y 8 m. de profundidad. Es cruzado por más de 11.000 barcos al año.


CORINTO estuvo habitada desde el neolítico y tuvo mucha importancia en los mitos antiguos. Es el lugar donde Belerofonte capturó a Pegaso, el caballo alado, sujetándolo con una brida de oro. La famosa tragedia de Sófocles cuenta que Edipo fue príncipe de Corinto y después rey de Tebas. 



Está a medio camino entre Atenas y Esparta, que se la disputaron en varias ocasiones. En esta ciudad se celebraban los juegos ístmicos, similares a los olímpicos y a los píticos. 



En la ciudad vivió sus últimos años y murió el filósofo cínico Diógenes. Allí se encontró con Alejandro Magno, que le aseguró que le daría lo que le pidiese, a lo que el filósofo le dijo que se apartara de junto a su tonel, porque su sombra le impedía ver el sol. Muchos le despreciaron por la respuesta y pensaban que Alejandro le castigaría, pero este dijo: «Si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes». 



La ciudad fue totalmente destruida y después reconstruida por los romanos, que la convirtieron en capital de la provincia de Acaya y residencia del procónsul. Varios terremotos la destruyeron de nuevo. 



La actual ciudad tiene unos 30.000 habitantes en el núcleo urbano y otros tantos en los alrededores. Visitaremos el área arqueológica y el museo arqueológico, que alberga numerosos objetos de la zona desde  la prehistoria hasta la época bizantina (cerámicas, mosaicos, mármoles, bronces, cristal, etc.).

San Pablo vivió y predicó en Corinto durante los años 52-53 (Hch 18,1-18) y 57-58. De todas las que fundó, es la comunidad con la que se relacionó más estrechamente y a la que escribió más cartas, aunque solo se conservan dos. En la primera (escrita en Éfeso el año 53) da respuesta a varias cuestiones que le presentan los corintios: las divisiones, el matrimonio y la virginidad, la carne sacrificada a los ídolos, los carismas, la resurrección, además de recoger la descripción más antigua de la última Cena y de las primeras eucaristías, así como el famoso himno de la caridad. Después de varios problemas con la comunidad, de otra visita personal y de varias cartas, le llegaron buenas noticias, que le movieron a escribir la segunda carta a los corintios (que puede recoger trozos de varias cartas). Allí trata del problema de los judaizantes y reflexiona sobre el ministerio apostólico en general y sobre el ministerio personal de Pablo.

De los Hechos de los apóstoles (18,1-9): Pablo dejó Atenas y fue a Corinto. Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, y como ejercía el mismo oficio, se alojó en su casa y trabajaba con ellos haciendo tiendas de campaña. Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías. Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: «Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos». Entonces, alejándose de allí, fue a lo de un tal Ticio Justo, uno de los que adoraban a Dios y cuya casa lindaba con la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar. Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: «No temas. Sigue predicando y no te calles. Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado». Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios.

De la primera carta de san Pablo a los Corintios (13,1-13): Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

De la segunda carta de san Pablo a los Corintios (13,11-13): Hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.

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