Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

domingo, 16 de junio de 2019

La isla de Patmos (Grecia)


La ISLA DE PATMOS, llamada la «Jerusalén del mar Egeo», tiene una superficie de 35 km² y una población de unas 2.500 personas. Es patrimonio de la humanidad.

 

En la cima del pueblo de CHORA, de calles laberínticas y blancas casas, está el milenario monasterio bizantino de san Juan evangelista, llamado el «teólogo» por los griegos, que llegó a albergar 1.700 monjes. Hoy tiene unos 20. 



El monasterio está amurallado como un castillo para defenderse de los frecuentes ataques de los piratas. Tiene 10 capillas adornadas con frescos de distintas épocas, una importante biblioteca (en la que se guarda parte del manuscrito más antiguo que se conserva del evangelio de san Marcos), museo bizantino lleno de tesoros artísticos y 99 celdas.



A mitad del camino está la gruta de san Juan. Desde allí hay hermosas vistas sobre el puerto de Patmos. Para acceder a la gruta hay que bajar 43 peldaños después de visitar la capilla de santa Ana, construida el año 1.090. 



El interior de la gruta está decorado con frescos bizantinos del siglo XVI y conserva algunos elementos anecdóticos, que los lugareños identifican con la piedra donde san Juan apoyaba su cabeza, el atril que empleó su discípulo Prochoros para escribir el Apocalipsis y una grieta en la roca por la que Dios habría dictado el texto a san Juan. 



En realidad, el proceso de escritura de los textos bíblicos es mucho más complejo. 



Que la Biblia está inspirada significa que Dios ha concedido a los redactores finales un carisma especial, una iluminación para que escribieran lo que él quería comunicarnos en orden a la salvación del género humano. Por lo tanto, Dios no dictó cada palabra a los escritores, sino que movió sus voluntades para que nos transmitieran el mensaje que él quería hacernos llegar. Ese don no eliminó la libertad de los escritores, que se sirvieron de fuentes anteriores y las completaron y transformaron usando su propio lenguaje, las imágenes de su cultura, las concepciones científicas, históricas y teológicas de su época, etc.




El Apocalipsis, en concreto, se escribe a partir de una experiencia «mística» que Juan tiene en Patmos y le sirve para reflexionar sobre las persecuciones que los cristianos sufren en distintos lugares a finales del siglo I, invitando a los creyentes a permanecer firmes en la fe, confiados en la victoria final de Cristo sobre sus enemigos. El simbolismo es muy rico y complejo, típico de la literatura apocalíptica de la época.

Del libro del Apocalipsis (1,9-20): Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea». Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Su cabeza y sus cabellos tenían la blancura de la lana y de la nieve; sus ojos parecían llamas de fuego; sus pies, bronce fundido en el crisol; y su voz era como el estruendo de grandes cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro. El significado misterioso de las siete estrellas que has visto en mi mano y de los siete candelabros de oro es el siguiente: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias, y los siete candelabros son las siete Iglesias».

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