jueves, 7 de mayo de 2020
Mes de las flores, día 7: el azahar y la virtud de la esperanza
Estamos en el mes de mayo, o mes de las flores, que la piedad popular ha consagrado a la Virgen María. El beato carmelita Francisco Palau y Quer (1811-1872) escribió un precioso opúsculo para celebrar el mes de María o mes de las flores, con una meditación y el dibujo de una flor para cada día, que se puede consultar aquí. Les propongo la meditación para hoy, 7 de mayo.
1. La flor del naranjo. En los países del Norte, el naranjo es para los jardines una cosa muy rara, se conserva, pero para salvarle allí contra los hielos y fríos se necesita gran precaución, y se mira como uno de los mejores ornamentos. Entre nosotros, esto es, en países cálidos, el naranjo en mayo produce tal cantidad de flores y llena los jardines de perfumes tan aromáticos, que parece nos vuelve al paraíso de donde por la culpa fuimos desterrados. En esta estación un bosque de naranjos echa muy lejos su fragancia, porque da flores en gran escala. Es siempre verde, y de un verde vivo y encendido.
2. La virtud de la esperanza. La fe, la esperanza y la caridad son en el jardín de la Iglesia plantas las más nobles, las más excelentes y sublimes. Todas nuestras relaciones con Dios se fundan sobre ellas.
La fe nos da de él una idea o noticia pura y adecuada, y nos le representa tal como es él en sí. La presencia de Dios en nuestra alma por una fe pura produce la esperanza, porque por la fe le miramos Salvador, Redentor, Protector y Bueno.
Es la esperanza una virtud infusa en el alma que la dispone y mueve a esperar de Dios en esta vida los auxilios de la gracia y de los dones del Espíritu Santo, y en la otra, la vida eterna mediante nuestras buenas obras. Corresponde a ella el don de ciencia.
Siendo una de las tres virtudes principales, debe ser representada por una flor que tenga algo de grande y de sublime. Tal es la del naranjo; es pequeña, pero se nos presenta en los ramos apiñada, y en una abundancia que excede a todas las demás plantas odoríferas. Este árbol siempre hermoso nos recuerda las glorias y las delicias del paraíso que perdimos por la culpa.
3. La esperanza en María. Hacía más de cuatro mil años que los infiernos estaban abiertos envolviendo entre sus llamas voraces a millares de almas reprobadas por la culpa: los cielos cerrados; los hijos de Adán sujetos al príncipe de las tinieblas que les había vencido; los demonios adorados bajo las monstruosas figuras de las pasiones más feas, el trono de Dios inaccesible. Una joven, devorada por los ardores de la caridad, se propone en su ánimo cambiar la faz del mundo moral; pide la salvación, pide y la espera, espera y la consigue. A la fe, a la esperanza y a la caridad de María debemos nuestra salvación. ¡Gloria a ella!
4. Un ramo florido de naranjo a María. Revisemos nuestro jardín: estamos en mayo: busquemos el naranjo, veamos si está en flor. ¿Esperas? ¿te salvarás? ¿irás al cielo, entrarás al paraíso separada tu alma del cuerpo? ¿qué respondes? ¿tienes la esperanza? ¿está en ti esta necesaria virtud? Si está en ti, ella responderá y dirá «sí, yo seré salvo porque Dios me salvará: me salvará porque yo allá al fondo de mi alma así lo espero». ¿Qué temes? ¿qué tiemblas? ¿qué dudas? ¿qué vacilas? ¿se está acaso discutiendo de si te salvarás o te perderás? ¿que has perdido tu esperanza? Si así fuese, corre, acógete a María, preséntale esa flor y dile:
5. Oración. Señora: Yo espero salvarme; yo espero que tú me alcanzarás los auxilios de la gracia para vivir cristianamente, fío a la bondad de Dios mi salvación. Yo prometo fidelidad, lealtad y exactitud en la observancia de la ley santa del Señor. Amén.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario